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Nuestra buena pieza no obtuvo el premio y tuvo que contentarse con un accésit; y por cierto que armó un tumulto en la sala á causa de su traje y de las perlas que llevaba en las orejas. En aquella época la mantenía Salveneuse, que pegó de palos en el boulevard á Armando Valentín por haber escrito una crónica feroz contra su amiga.

Temblando de impaciencia y de esperanza, apoyó el oído a la puerta; pero su esperanza quedó frustrada porque las voces parecieron calmarse y se debilitaron... De pronto, como si la condesa le hubiera inferido una injuria sangrienta, el intendente le replicó con nuevo furor. La viuda se inclinó y pegó el oído contra el agujero de la cerradura. En esa actitud oía casi todo lo que decía Mathys.

Este, pensando que era una recriminación, se apresuró a contestar: Yo no pensé que tu padre llevase las cosas a tal extremo... Me han dicho que por poco te mata ayer... No haga caso: me pegó algo más que otras veces. Y después de una pausa añadió con amargura: ¡Ojalá me hubiese matado! ¿Quisieras morir? preguntó él conmovido. repuso ella firmemente.

Esto no me lo negarás, me parece. ¿Y el emperador Carlos V? ¿Qué tienes que decir de él? ¿Conoces un hombre más extraordinario? Les pegó a todos los reyes de Europa; medio mundo era suyo: «el sol no se ponía nunca en sus dominios»; los españoles éramos los amos de la tierra. Esto tampoco podrás negarlo.

No era como el célebre Erostrato. ¿Quién? Uno que pegó fuego dijo Bou reventando de erudición a un templo... no si de Babilonia, de Venecia o de dónde. ¿Y sacó dinero? Vuelta con el dinero. Con dinero se tiene todo. Y quieres tener todo: gozar, disfrutar; lo mismo que cualquiera de esos pillos, lo mismo que la sanguijuela A o la sanguijuela B.

Pero Juanito no se apercibía del cambio de táctica, atento como estaba en observar á un comerciante catalan que estaba junto al consul suizo: Juanito que los había visto hablando en francés, se inspiraba en sus fisonomías y daba soberanamente el pego.

Mucho se ha escrito, en particular por extranjeros, respecto de la influencia que sobre Velázquez ejercieron, primero sus maestros y luego otros pintores. Desde luego hay que descontar a Herrera el Viejo, con quien estuvo, siendo niño, muy poco tiempo y de cuya rudeza nada se le pegó.

Pero si ya te he dicho... argüía sofocado Juan Pablo. Déjame que acabe... No es eso... ¡qué cuña! Volvemos a lo mismo. ¿No me conozco yo en , uno, consciente, responsable? ¡Otra te pego! Pero ven acá... Aguarda. Si yo me reconozco íntimamente en la sustancia de mi yo...

Eso es, bruto, encenágate más; hazte más materialista y más gozón, a ver si te sale la felicidad... Eres un soberbio, un tonto... Mira, sobrino, me voy, porque si no me voy te pego con tu propio bastón. Y él estaba tan abstraído que ni siquiera la sintió salir. vi Comió con regular apetito en compañía de su hermana y de Guillermina.

No quisieron ellas variarle la difícil postura, temiendo que si le tocaban, se alborotaría de nuevo y les daría otra jaqueca. Doña Lupe dormitaba, sentada en una silla junto a la cama del matrimonio; pero Fortunata no pegó los ojos en toda la noche. Ya amanecía cuando le acostaron. Apenas daba acuerdo de , y gemía, al moverse, como si tuviera molido a palos su ruin y desdichado cuerpo. v