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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Cuidado que yo le pego un flechazo al blanco, por pequeño que sea y á trescientos cincuenta pasos, cosa que no pueden hacer muchos y muy buenos arqueros de ambos reinos; pero que me ahorquen si puedo leer mi nombre trazado con esos garabatos que vosotros usáis.
Aunque comprendió que este había nacido en el bondadoso corazón de Emilia, siempre veía en él como un mensaje de lástima. Rechazó la fineza diciendo: «Que muchas gracias y que no queremos nada. Chica, chica, tú eres tonta gruñó Mariano con su rudeza propia, exacerbada hasta el salvajismo. Si no te callas, te pego.
¿Quiere usted que sea hoy mismo? ¿Después de haber recibido al Señor?... Bien: porque usted lo dice. Será un nuevo sacrificio. Callaron un instante el confesor y la penitenta. Doña Cristina volvió la cabeza, como si descansase antes de entrar en la segunda parte de su confesión; y al ver tan próxima á Pepita, fijos en el devocionario sus ojos cándidos, se pegó más á la rejilla.
El año 20 quisieron repetir el experimento: pero por lo visto no habían aprendido nada nuevo: no contaron nuestros hombres-globos con el aire del Norte, que los envolvió, pegó fuego a unos que cayeron miserablemente donde pudieron, y arrebató a otros a caer de golpe y porrazo en países remotos y extranjeros. Raro fue el que cayó suavemente. Pero adelanto positivo para la ciencia no hubo ninguno.
Después pasaba todos los días por ahí, y siempre que me encontraba en la calle me paraba pa preguntarme por doña Clarita. ¡Ay! un día me vió mi Pascual hablando con él, y por poco ... mi Pascual tiene un genio del demonio, y cuando se enfaa ... usted no supo cómo le pegó de cachetines al carnicero de ahí enfrente ... Luego, como es una así ... tan guapetona.
Y como quien no hace nada, o se descuida de intento, pues siempre es muy conocido todo aquel que busca pleito, se sentó con toda calma, echo mano al estrumento y ya le pegó un ragido: era fantástico el negro; y para no dejar dudas, medio se compuso el pecho.
Después pegó á ella su otra mano, y, apoyándose en este sostén, fué elevando todo su cuerpo. Tan grande resultaba la violencia del esfuerzo, que la madera crujió, esparciendo un sonido de rotura á través del ambiente líquido y pegajoso. Poco á poco sacó la cabeza fuera del agua y vió que había cerrado la noche.
Parado allí el pastor y dale que te pego con el canto de la navaja, porque no chispeaba bien la piedra o no era la yesca de lo mejor, observa que le da en la nariz un «jedor» que tumbaba de espaldas.
Raimundo, guardando en los oídos el eco de su voz y en su corazón el fuego de sus miradas, quedaba también silencioso, más atento, en verdad, a la música que sonaba dentro de su alma, que a la que venía del escenario. Una noche, tanto pegó el rostro a la cabeza de la dama, que ¡oh prodigio! se arrojó a rozar con los labios sus cabellos peinados hacia abajo en trenza doblada.
En otra ocasión, tal vez los hubiera aún exagerado. Pero cuando se juzga en causa propia, se es menos rígido y muchas veces un deseo nos hace cambiar los más íntimos sentimientos. El vivo interés que el inspector general sentía ahora por Simón le llevaba a transigir con sus antiguos principios y sin mucho miramiento pegó fuego a sus naves.
Palabra del Dia
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