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Actualizado: 25 de octubre de 2025


Puertos pintorescos; bellísimas bahías en cuyo fondo se veian las poblaciones, entre otras Falmouth, Plymouth, Dartmouth y Sidmouth; multitud de fanales brillando á la luz de un sol que no parecia de invierno; colinas ondulantes, surcadas por el arado para recibir luego la simiente, ó campos cubiertos de una vegetacion amarillenta ó gris; depósitos lejanos de nieve detenidos sobre las rocas ó en los pliegues del terreno; y picos y peñascos románticos de formas admirables, destacándose sobre las olas en los pequeños golfos de la costa y formando semicírculos de trecho en trecho: todo eso, contrastando con la multitud de casas campestres levantadas sobre las colinas y los planos inclinados, entre arboledas disecadas y ennegrecidas por el invierno, que parecian esqueletos aéreos, tenia un encanto indefinible, preparando mi imaginación para el espectáculo enteramente nuevo de la civilización europea.

Cuando quería imitar, bajo la sotana manchada de cera, los acompasados y ondulantes movimientos de don Anacleto, familiar del Obispo creyendo manifestar así su vocación , Celedonio se movía y gesticulaba como hembra desfachatada, sirena de cuartel. Esto ya lo había notado el Palomo, empleado laico de la Catedral, perrero, según mal nombre de su oficio.

La presencia del Provisor interrumpió el juego. Los familiares se pusieron de pie y uno de ellos hermoso, rubio, de movimientos suaves y ondulantes, de pulquérrimo traje talar, perfumado, abrió una mampara forrada de damasco color cereza. De lo mismo estaba tapizada toda la estancia que se vio entonces y que atravesó De Pas sin detenerse. ¿Dónde estará, don Anacleto?

No por qué, esos valses fascinadores, de cumplidas y ondulantes frases, que parecen dibujadas en el éter por la batuta mágica del maestro, me produjeron una profunda melancolía, trayéndome al recuerdo unos versos en que Hugo contempla, a través de los cristales empañados por el frío de la noche, el cuerpo de su amada enlazado por el brazo de un rival feliz. ¡Pero qué variado espectáculo!

Mas, para ella que sólo se mueve con el auxilio de sus ondulantes cabellos, esos dos pasos eran una barrera infranqueable. Expuesta á los rayos de aquel sol abrasador, era de creer que no tardaría en quedar disuelta, absorbida, evaporada. Nada más efímero, más fugitivo que esas hijas de los mares.

Por la noche, Sagrario habló a su tío, admirando aquella energía que le impulsaba a aceptar toda clase de trabajos para no ser gravoso a la familia. Estaban en el claustro, apoyados en la balaustrada. Abajo, el jardín obscuro, con sus penachos negros y ondulantes; arriba, un cielo de verano, esfumado por la bruma calurosa, que empañaba el brillo de los astros.

Fijo y sin mirada, el ciego volvía sonriendo su rostro hacia donde sonaba la voz del doctor. No tengo esperanza murmuró. Habían salido a un sitio despejado. La luna, más clara a cada rato, iluminaba praderas ondulantes y largos taludes, que parecían las escarpas de inmensas fortificaciones. A la izquierda y a regular altura vio el doctor un grupo de blancas casas en el mismo borde de la vertiente.

La casa con sus ventanas abiertas, los jardines con sus vivísimos colores, los campos ondulantes, todo aparecía como envuelto en una atmósfera de paz y de supremo bienestar. El conjunto tenía un aspecto alegre y hospitalario que animó a Delaberge a persistir en sus intenciones. Le pareció descubrir en todo ello el reflejo de la personalidad atrayente y cordial de la propietaria.

El espacio se empapaba de luz; disolvíanse las sombras, como tragadas por los abiertos surcos y las masas de follaje. En la indecisa neblina del amanecer iban fijando sus contornos húmedos y brillantes las filas de moreras y frutales, las ondulantes líneas de cañas, los grandes cuadros de hortalizas, semejantes á enormes pañuelos verdes, y la tierra roja cuidadosamente labrada.

Blanca bailaba como una inglesa de la vieja estirpe; sin reservas, pero también sin el grosero materialismo de una mundana; de vez en cuando, los vaivenes ondulantes del vals en que los cuerpos se deslizan con la música, nos unían involuntariamente, y yo sentía ese estremecimiento inexplicable que produce la lucha de la timidez con la audacia, cuando el cuerpo de una mujer joven y linda toca y calcina esta miserable arcilla humana de que están hechos todos los seres desde Satanás hasta San Antonio.

Palabra del Dia

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