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Actualizado: 26 de octubre de 2025


El coronel olvidó repentinamente al viejo campesino. Al lado de su compatriota Novoa se sentía locuaz, se imaginaba pensar con más vigor y amplitud, á consecuencia de este comercio con un sabio. Además, experimentaba cierto orgullo al poder hablar, como antiguo habitante del país, de muchas cosas que ignoraba el recién llegado.

Llamó de pronto su atención el silencio con que el príncipe y Castro escuchaban á Novoa, y fijó en éste sus ojos de visionario todavía deslumbrados por el revoloteo áureo de la Quimera. También el sabio hablaba de millones de millones, de cifras que no podía abarcar con palabras y detallaba repitiendo uno tras otro docenas de ceros. Sonrió Spadoni con desprecio.

Era Lubimoff el que preguntaba, mostrando interés por la suerte de su amigo y acogiendo sus quejas con una sonrisa bondadosa. Novoa se mostró descontento. Este país de vida dulce y alegre resultaba fatal para el estudio. ¡Pensar que allá en su tierra se lo imaginaban haciendo descubrimientos útiles en los misterios del mar!

Sólo á la entrada del puerto de Mónaco las dos torrecillas octogonales tenían en sus cimas un faro rojo y un faro verde, que derramaban sobre las aguas un zigzag de rubíes y otro de esmeraldas. En esta penumbra, puesto de pie y mirando á los astros, Novoa hablaba de la poesía de la inmensidad, de las distancias que dan el vértigo al cálculo humano.

Fray Juan Martínez, que era confesor del Rey y se hallaba en Zaragoza cuando el triste suceso, escribió largamente al doctor Andrés diciéndole que la enfermedad fue de viruelas . En cambio Matías de Novoa, en su Historia de Felipe IV, narra la muerte con extremada concisión.

¡Y pensar murmuró Novoa, sin darse cuenta de que hablaba en voz alta que por unos y otros se han matado allá tantos hombres!... ¡Pensar que por una cuestión de herencia entre esas gentes nos hemos retrasado un siglo en la vida europea!... ¡Usted también! clamó el coronel, nuevamente indignado . Un sabio decir eso... ¡Parece mentira!

Los diarios de Niza publican el programa de lo que cantará la capilla junto con el programa del concierto en el Casino: canto llano de los maestros mas célebres, de Palestina ó de nuestro Vitoria... Novoa le interrumpió: Hay, además, el Museo Oceanográfico. El solo basta para justificar y purificar todo el dinero procedente del Casino.

Hablando con Atilio olvidaría la irritación que le había causado la otra mujer. Pero al dirigirse al fondo del salón tuvo una nueva sorpresa. En un ángulo escasamente iluminado vió á Novoa que ocupaba un diván con Valeria, la acompañante de la duquesa. ¡Ah, embustero! Este era el que iba á pasar la tarde en Mónaco ó paseando por el camino de Niza. Tal vez esto último no era falso.

Su Alteza dice que hay olivos aquí que fueron conocidos por los romanos. ¿Lo cree usted, profesor? ¿Algún árbol de éstos será del tiempo de Jesucristo?... Ante la indecisión de Novoa, continuó sus explicaciones. Caminaban, entre muros de vegetación recortada, hacia el final del parque. Mire usted: el jardín griego.

Mientras Novoa sonreía otra vez, el coronel insistió en su admiración. ¡Parece imposible que la ruleta haga tantos milagros!... Y sólo podemos hablar de lo que esta á la vista. El juego ha costeado ese puerto de La Condamine tan bonito: un puerto de yates, con sus muelles elegantes que son paseos. Debe haber intervenido igualmente en la restauración del castillo de los príncipes.

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