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Actualizado: 26 de octubre de 2025


Y á la salida, los mismos hambrones que me habían aclamado se arrojaban contra los valientes de mi escolta, pretendiendo matarme, con repentino odio. Les había cerrado el lugar donde estaba sepultada su fortuna. Ya no podían volver al día siguiente á perder más dinero con la ilusión del desquite. Me llevaba su esperanza. Exacto dijo Novoa.

En las tardes, irás á tu Casino; tal vez salga yo también para asistir á algún concierto. Se acerca la primavera. Por las noches, sentados en una terraza, bajo las estrellas, el amigo Novoa, sabio de nuestro convento, nos explicará las melodías del cielo; y Spadoni, nuestro músico, se sentará al piano para deleitarnos con la música terrestre.

Aquí todos viven, siempre que sepan ser discretos y no tengan mala cabeza...» Y discretos lo son todos. Además, se vigilan entre ellos y tienen miedo á que los denuncie su mejor amigo si hablan del escándalo último ó de un suicidio de jugador. Para el extranjero, ninguno de ellos sabe nada. ¿Y cuando alguien habla? preguntó Novoa . ¿Y si alguna es de mala cabeza? Lo destierran.

Valeria no sabía hablar de otra cosa en las últimas semanas, describiéndolos como si fuesen los jardines más interesantes de la tierra. Los había visto bien acompañada, y esto influye mucho en la visión. Era sin duda Novoa el que le había descubierto este paraíso. ¡Si los encontrásemos! dijo riendo Alicia.

Creyó que lo que ganaba era de él; se imaginó haber descubierto el secreto mencionado por Novoa y que iba á conseguir aquellas fabulosas ganancias calculadas tantas veces cuando escribía docenas y docenas de ceros sobre un papel. ¡Qué noche! ¡Y no estar allí su amigo el sabio, para que presenciase su triunfo!... Lubimoff su retiró de la mesa.

Y yo soy el único varón que queda en la familia; soy el inútil, el viejo, el que no sirve para nada. ¡Ah, miseria!... Todos callaron, comprendiendo que la desesperación y la vergüenza de este hombre, que parecía llorar sobre las ruinas de una vida sin objeto, exigían el silencio. Novoa movió la cabeza como si aprobase sus palabras.

Los pobres olivos veteranos deben sentir tanto asombro como yo al verse en semejante compañía... ¡El guano poderoso del «treinta y cuarenta»! Tengo la certeza de que, si el juego cesase, toda esa vegetación tropical se disolvería inmediatamente como un ensueño. El silencioso Novoa acogió con una sonrisa estas palabras.

Había descubierto que odiaba á Novoa, ó mejor dicho, que debía odiarlo lógicamente. Doña Clorinda estaba reñida con Alicia, y aquella marisabidilla que tanto entusiasmaba al profesor era la acompañante y protegida de la duquesa. Por esto él debía ser enemigo de Novoa, como dos hombres que no se han hecho ningún daño particularmente, pero pertenecen á dos naciones en guerra.

Estaba Lubimoff en el parapeto que da sobre el mar libre, sentado entre dos cañones, cuando vió la llegada de Novoa por los baluartes que dominan el puerto. Al reconocer al príncipe apresuró su blanda marcha, acercándose á él con la mano tendida. ¡Simpático profesor! Nunca le parecieron á Miguel sus ademanes francos con tanto atractivo como ahora.

Novoa, al decir esto, señalaba la masa del Casino irguiendo sus cúpulas y torrecillas policromas sobre la meseta de Monte-Carlo.

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