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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Pocos días después, Novoa habló al príncipe con una brevedad que ocultaba mal su emoción. Estaba muy agradecido al dueño de Villa-Sirena; nunca olvidaría la dulce existencia en este retiro; pero necesitaba volver á su antiguo alojamiento. Nuevos trabajos científicos le obligaban á vivir en Mónaco; el director del Museo se quejaba de sus ausencias.
Llevaremos una existencia plácida y cómoda, como en aquellas abadías que durante la Edad Media fueron frescos oasis de tranquilidad y de estudio en medio de violencias y matanzas. Comeremos bien; el coronel me responde de ello. La biblioteca del yate está aquí: al vender el buque ordené á don Marcos que la instalase en el último piso. El amigo Novoa va á encontrar libros que tal vez no conoce.
Ella tampoco, pues tenía sus ojos fijos en Novoa, con una gravedad afectuosa de muchacha que ha hecho estudios serios, tiene su título de bachillera y puede comprender á un hombre de ciencia. Miguel oyó un fragmento de lo que decía el joven catedrático. ...Y cuando las corrientes glaciales del Polo llegan allá, ocupan el lugar de las aguas calientes, que suben á la superficie...
Consideraba estas horas las mejores para una confidencia. La palabra azar dijo Novoa carece de sentido; mejor dicho, no existe el azar. Es un invento de nuestra debilidad y nuestra ignorancia. Decimos que un fenómeno es debido al azar cuando sus causas nos son desconocidas ó nos parecen inaccesibles al análisis.
Eran plantas de hoja dura que exhalaban perfumes exóticos é intensos. Novoa, al aspirarlos, evocó lejanas visiones geográficas. Un olor de incienso y de arroz sazonado con karri flotaba sobre este jardín selvático. De un árbol á otro se tendían una especie de lianas.
¡Ha muerto!... ¡Murió hace un mes! Y le mostró un pequeño papel azul: un telegrama de Madrid, llegado media hora antes. Spadoni, después de saludar á Novoa en la plaza del Casino, habló de los ensueños que agitaban sus noches y de sus decepciones al despertar. Usted tiene la culpa, profesor.
La vida acaba de ser como uno de esos dramas en los que perecen todos al final del último acto. El príncipe adivina que Novoa piensa en Alicia y se abstiene de nombrarla para no molestarle. Efectivamente, piensa en la duquesa, pero ésta sólo es un punto de partida para llegar á otra mujer que ocupa su recuerdo. Al fin habla, dando expansión á su melancolía.
Lo dominan mejor envileciéndolo: sienten con ello la satisfacción egoísta del que hace una limosna. La mujer, eterna mendiga del hombre, experimenta el mayor de los orgullos, se cree un ser extraordinario, una heroína, cuando á su vez puede dar dinero á uno del sexo que la ha mantenido siempre. Novoa, con una taza en la mano, escuchó atentamente al príncipe.
La invitación resulta egoísta, no lo oculto. Pienso permanecer aquí hasta que se restablezca la tranquilidad de Europa y la vida vuelva á ser agradable. Sólo con mi coronel, acabaríamos por odiarnos los dos. Ustedes me acompañarán en mi agujero. Quedaron los tres estupefactos por la inesperada proposición. Novoa fué el primero en recobrar la palabra. Príncipe, usted apenas me conoce.
Novoa hizo una leve alusión á la belicosa «Generala», que pretendía marcharse á París, como si su presencia pudiese influir en la guerra. Castro vió en esto un reflejo de la enemistad de la duquesa. Indudablemente, Valeria se había reído con él de los entusiasmos de doña Clorinda.
Palabra del Dia
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