Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 26 de octubre de 2025
Novoa hizo un movimiento de asombro al oir esto. Así es continuó Atilio . Disfruta de una casa magnífica, á cambio de guardar una tumba. ¡Oh, señor profesor!... No le haga caso gimió el músico con una expresión de víctima. Pero á todas estas ventajas siguió diciendo Castro une un terrible inconveniente: es más jugador que yo. En el Casino tiene un mote: «el señor del 5». No juega otro número.
Con la sal que hay en los océanos dijo Novoa se podría construir todo el relieve del continente africano. El pianista volvió á agitarse. ¡Una Africa toda de sal! ¿De qué podía servir eso?... Castro, escúcheme dijo en voz muy queda . Yo pongo cinco francos y doy cincuenta golpes, siempre doblando, ¿sabe usted?... Pero el otro no quiso saber nada, y rechazó el cartoncito que le tendía ocultamente.
Todo fenómeno continuó Novoa , por mínimo que parezca, tiene una causa, y un hombre de cerebro infinitamente poderoso, infinitamente informado de las leyes de la Naturaleza, sería capaz de prever todo lo que puede ocurrir dentro de unos minutos ó dentro de unos siglos. Con un hombre así sería imposible jugar á ningún juego. El azar no existiría para él.
Los conocía; eran á modo de microbios, de gérmenes maléficos, adheridos á él para siempre. Y deseaba que su sabio amigo encontrase un antiséptico para exterminarlos. Además dijo Novoa , si existen probabilidades de ganancia, estas probabilidades son proporcionales á las fortunas de los jugadores. Un jugador pobre tiene menos probabilidades de ganar que otro que disponga de capitales.
El príncipe, si no asistía á un concierto, se quedaba con Novoa y el coronel en una loggia del piso alto, contemplando el mar. La guerra había poblado esta parte del Mediterráneo. En tiempos normales era un mar desierto y monótono, sin otros incidentes que el revuelo de las gaviotas, los espumosos saltos de los delfines y algún que otro trapo de barca pescadora.
Al bajar del tranvía, en Monte-Carlo, dejó á su izquierda el Casino, para seguir por los bulevares altos. Iba primeramente en busca de Spadoni, por ser el que habitaba más cerca. Además, éste debía saber el paradero de Atilio mejor que Novoa. Tal vez vivían juntos. Conocía vagamente su domicilio por las burlas de Castro. El pianista era «guardián de una tumba» sobre el barranco de Santa Devota.
Cuando quedaron solos, Novoa dejó su taza sobre un velador, dió varias chupadas al cigarro, mientras parecía concentrar su voluntad, y al fin dijo con resolución: Tengo un encargo que darle: me envía cierta persona... sospecho que hago un mal papel. ¡Un hombre como yo llevando recados de esta clase!... Pero ¿qué es lo que las mujeres no nos obligarán á hacer?... Además, entre hombres debemos ayudarnos.
Otras noches, sentados en la loggia, escuchaba el príncipe á Novoa ante el nocturno espectáculo del cielo y del mar. No había más luz que el velado resplandor que llegaba desde un salón lejano. La costa estaba obscura. La silueta de Monte-Carlo y de Mónaco se recortaba sobre el fondo estrellado, sin un solo punto rojo.
Nosotros los pobres no triunfamos jamás un día entero. Querer ganar una fortuna enorme con un pequeño capital equivale á querer perder el pequeño capital. Los dos quedaron desalentados; pero Novoa parecía haber sufrido el contagio de las ilusiones de su compañero, y sintió la necesidad de reanimarse con una fantasía de jugador. ¿Sabe usted, Spadoni, cuánto puede ganarse con mil francos?
Toledo había vuelto, y el príncipe, que deseaba agradar á Novoa, le habló de las exploraciones oceanográficas, mostrando una viva curiosidad por ellas, mientras su pensamiento estaba lejos. Pero este halago resultó inútil. El profesor vacilaba al responder á las preguntas. Tenía prisa; le esperaban... Sin duda, Valeria necesitaba conocer pronto el resultado de su mensaje.
Palabra del Dia
Otros Mirando