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Actualizado: 26 de octubre de 2025
Señor de Castro repuso el coronel, irguiéndose como un gallo , tengamos la fiesta en paz. Usted sabe mis ideas: he derramado mi sangre por la legitimidad, y el respeto que le tengo á usted no debe servir para... Novoa, queriendo tranquilizar á don Marcos, intervino en la conversación. Este Monte-Carlo es una playa á la que llegan toda clase de despojos, vivos y muertos.
Además, sus arneses estaban cubiertos de perlas, de brillantes, de toda clase de pedrería rica, y cuidaban muy bien de no estropearlos, sabiendo que al final de su trote se los podrían llevar como un recuerdo. Yo tenía un gran látigo para arrearlas: un látigo de flores. Hay que ser galante con las damas... Sonrió irónicamente. Novoa volvió á ver su expresión rencorosa de misógino.
Cuando Toledo intentaba exponer sus opiniones y planes estratégicos en Villa-Sirena, encontraba un público menos atento que el del atrio del Casino. El príncipe tenia cosas más interesantes en que pensar. Novoa mostraba una alegría egoísta, como si considerase este período el mejor de su existencia y las desgracias del mundo sirviesen para dar un sabor más intenso á su dicha misteriosa.
Lubimoff no pudo ocultar su contrariedad. ¿Qué deseaba ver Alicia?... ¿Iba á examinar á aquella hora matinal las habitaciones, á curiosear en los dormitorios, á estorbar á Novoa, que tal vez trabajaba en la biblioteca?... Pensó en la sonrisa irónica de Castro al sorprenderle guiando por los pisos altos á una mujer. Apenas había entrado una en Villa-Sirena, empezaban las molestias para su dueño.
El pianista se había fugado á Niza, al salir del Casino, con sus amigos los ingleses, que jugaban al poker en el landó. Novoa estaba invitado á comer por un colega del Museo, y no volvería hasta media noche. Miguel recordó sus impresiones de la tarde.
Novoa, hombre simple en sus gustos, que no podía comprender el amor mas que ordenadamente, dentro de la regularidad de una equivalencia de edades, rió de este apasionamiento del oficial como de algo grotesco. ¡Qué absurdo! ¡Enamorarse de ese modo de una mujer que casi puede ser su madre!... El príncipe se estremeció al oir esto, mirando fijamente á su acompañante. No; no sabía nada.
Resultaban vanas sus invitaciones á Castro para que imitase este ejercicio sano y provechoso, que era al mismo tiempo una vuelta á la primitiva sencillez. Gracias: no me gusta Tolstoi. Como vida simple, prefiero ésta. Y se tendía en el musgo, al pie de un tronco, mientras el príncipe seguía cavando su huerta. Hablaban de los compañeros. Novoa estaba en la biblioteca ó vagaba por el parque.
Al volver á la vida exterior, la voz de Novoa seguía sonando con cierto misterio ante el obscuro horizonte, perforado arriba por las punzadas de las estrellas, ondeado abajo por la fosforescencia de las olas. El príncipe le había impulsado á hablar del mar como regulador y origen de la vida.
Acepto. Un caballero no puede negar este servicio á otro caballero. Y aceptaba con verdadero agradecimiento, pensando en la conveniencia de airear, fuera de su prisión alcanforada, aquella vestidura grave como la muerte. Pero en la misma tarde le buscó Novoa. Este hablaba tímidamente, sin la elegante indiferencia de Castro, con cierta sospecha de que pudiera estar haciendo una necedad.
Es una ruina, un tronco seco; el pájaro que cantaba en sus ramas debe haber volado hace mucho tiempo. Novoa muestra igual discreción. Contempla el uniforme del otro, su manga ocupada por un brazo falso; pero sólo habla de lo sucedido en los últimos meses de un modo general, con vagas lamentaciones. ¡Las cosas extraordinarias que han pasado! ¡Cuántos amigos muertos!
Palabra del Dia
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