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Actualizado: 22 de mayo de 2025


¿Qué les parece de mi amigo Sanjurjo? preguntó después a los barbianes con cierta sorna . ¿Verdad que no tiene el vino bueno? ¡Pchs! No ha estao mal respondió uno, con la misma entonación de zumba, y sin mirarme. Observé que los barbianes cambiaron entre rápidas miradas burlonas, que me hicieron malísimo efecto.

Alguna tempestad producida por un concertado gallego o por alguna oración de infinitivo revesada y de tres bemoles. El granuja sonrió al mirarme, viendo en el iris de la suspirada bonanza. ¡Pase usté! me dijo. ¿El señor maestro?... ¡Pase usté! Y me colé por la puertecilla del cancel. Ruido de la chiquillería que se ponía en pie. Movimiento de sorpresa en el dómine....

Pude observarle bien, porque no me miraba: sus ojos exploraban con avidez los contornos de la prisión. ¡Puercos, tunantes! exclamó con irritación y sin mirarme, como si hablase consigo mismo. ¡Mire V. que estar un hombre ayer toda la tarde, espera que te espera, para salir al fin con que no era posible verlos!

Estaba con la cabeza baja y el pensamiento en lejanía. ¡Pillo! murmuré, a pesar mío. No, no era un pillo corrigió la Pinta, volviéndose a mirarme con gesto dolido . No era cura todavía; seminarista nada más. Quería casarse conmigo. Nos escapamos. El padre de él le cogió. Mi madre no quiso admitirme en casa. Después, claro está.... Estoy segura que mi novio sigue queriéndome.

Mi suegra, que tampoco sabía qué decir, arreglaba los pliegues del velo, y me miraba de reojo con una expresión de reproche y de estímulo al mismo tiempo. Cada vez que en mis paseos llegaba al extremo del aposento, me encontraba delante de un espejo, en el que, quisiera o no quisiera, tenía que mirarme.

Teresa volvió á mirarme fijamente. ¿Está V. contento? ¡Vaya! ¿Va V. á gusto conmigo? Mejor que con nadie en el mundo. ¿No le estorbo? Al contrario, siento un placer como usted no puede figurarse. ¿No tiene V. nada que hacer ahora? Absolutamente nada. Yo le contesté apretándole el brazo y tirándole suavemente por la mano para encajárselo bien en el mío.

Ya fuera de la habitación, noté que Federico, en lugar de dirigirse a la derecha y al puente levadizo, torció a la izquierda y sin decir palabra me hizo subir una escalera y nos hallamos en un amplio corredor del castillo. ¿Adónde vamos? pregunté. Ella ha enviado a llamarle respondió Tarlein sin mirarme. Cuando haya terminado esta entrevista, vuelva usted al puente. Allí lo esperaré.

¿Los ojos de un joven suicida que fumó heroicamente su pipa, expresan acaso desesperado valor? Es posible. De todos modos, el padrastrillo, después de mirarme fijamente, se encogió de hombros, levantando hasta mi cuello la sábana un poco caída. Me parece que mejor haría en ser amigo de este microbio murmuró. Creo lo mismo le respondí. Y me dormí.

Ya veis, ese hombre se ha ido allá muy lejos, y sin duda no os ha visto, estáis de espaldas á él; á me ve de frente, pero nada importa; si se atreve á mirarme un tanto tieso, mejor para vos, porque aquí mismo os vengo. ¿Pero estáis seguro de que es verdad, don Francisco?

En aquellas raras ocasiones llegaba al día siguiente ansiosa, entraba sin mirarme, tiraba su sombrero con un ademán brusco, para tenderse en seguida, la cabeza echada atrás y los ojos entornados, al sonambulismo de su Jicky.

Palabra del Dia

hociquea

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