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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Temía, por lo que ya he dicho, volver a las conversaciones íntimas, y no se me ofrecía en aquel instante objeto de qué tratar. Noté que Gloria me miraba con frecuencia, sonreía levemente, bajaba la vista y otra vez volvía a mirarme y sonreír, moviendo los labios un poco, cual si le viniesen deseos de decirme algo y no se atreviese.

Pero no sería extraño, porque ni tiempo he tenido para mirarme al espejo.... ¡Aquellos demonios de hijos! ¡Su padre que no tiene energía, que no sabe engañarlos!... no me los podía quitar de encima. ¿Pero Ana, qué es esto? ¿ aquí? pero feísima mía, ¿qué es esto? ¿qué bula tenemos?...

Esta lucha era superior a mis fuerzas, y bien pronto se apoderó de una convulsión violenta... yo oía confusamente los chillidos del niño y aquel grito que me decía: «¡VéngamePero de repente, y como en un sueño, se me puso delante de los ojos aquel suplicio, los soldados con sus picas, mi madre desgreñada y pálida, que con paso trémulo caminaba despacio, muy despacio, hacia la muerte, y que volvía la cara para mirarme, para decirme: «¡VéngameUn furor desesperado se apoderó de , y desatentada y frenética, tendí las manos buscando una víctima; la encontré, la así con una fuerza convulsiva, y la precipité entre las llamas.

La doncella suspiró, quedóse pensativa largo rato, bajó los ojos abatida y triste, y sin mirarme dijo con inmensa ternura: ¡Así te quiero! Y siguió sin decir palabra, separando flores y cortando tallos. Le arrebaté las tijeras y el ovillo. Habla, Angelina.... ¡Quiera Dios, replicó que mi historia no sea para causa de pena! En seguida agregó, variando de tono.

A los pocos días Masicas estaba pálida, como quien no duerme, y con los ojos colorados, como de mucho llorar. «Y dime, Loppi», le decía una tarde, con un pañuelo de encaje en la mano: «¿de qué me sirve tener tan buen vestido sin un espejo donde mirarme, ni una vecina que me pueda ver, ni más casa que este casuco?

Bien, enteramente bien respondió ella. ¡Pero la sábana me parece tan pesada! Era la más ligera que había podido encontrar. Así se lo dije; entonces suspiró, diciendo que había que tener paciencia con ella. Después se quedó completamente inmóvil, sin cesar de mirarme como en un sueño. Al fin inclinó la cabeza varias veces y dijo: Está bien así, muy bien. ¿Qué está bien? pregunté.

Palabra del Dia

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