United States or French Polynesia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Cerca de la fuente, en un tablado, la charanga del Maestro Bemoles tocaba una desastrada fantasía del «Baile de Máscaras». La concurrencia era numerosa, pero popular, popularísima: gente humilde, la que acude en tropel a los espectáculos gratuitos.

Alguna tempestad producida por un concertado gallego o por alguna oración de infinitivo revesada y de tres bemoles. El granuja sonrió al mirarme, viendo en el iris de la suspirada bonanza. ¡Pase usté! me dijo. ¿El señor maestro?... ¡Pase usté! Y me colé por la puertecilla del cancel. Ruido de la chiquillería que se ponía en pie. Movimiento de sorpresa en el dómine....

No era todo, sin embargo, miel sobre hojuelas para don Simón; pues si lo de las fiestas era realizable desde luego, por ser los obstáculos vencibles con dinero, lo del discurso no dejaba de tener tres bemoles, dado que, hasta aquel instante, ni había probado sus fuerzas parlamentarias, ni siquiera elegido asunto para su estreno.

El mar estaba agitado, «venía mucha agua», según la expresión de los viejos marineros de la playa, y los conductores de las lanchas ocupadas por los ruiseñores exóticos iban a poner a prueba su habilidad. Al menor descuido la ola estrellaba la embarcación contra las rocas o el muelle y el mundo perdía algunos millares de sis bemoles.

Tan notorio, tan visible es entre su población este ramo, que el sexo débil de ella puede, hechas las exclusiones de rigor, dividirse por partes iguales en mujeres-costureras y mujeres que no lo son. Pero hablar de las costumbres de las primeras tiene tres perendengues para un hombre que, como yo, no las conoce bien, porque equivocarse en el menor de los detalles tendría tres bemoles.

En aquel instante levantaban frente a nosotros a cincuenta pasos de la acera, un árbol de fuego, la pieza principal, que era saludada por los granujas con jubiloso vocerío. Los discípulos de Bemoles volvían a la carga con festiva polca, «Arlequín», muy en boga a la caída del Imperio y popularizada por los famosos músicos de la Legión austríaca. Deseaba yo hablar con usted, Rodolfo.

Apenas podía leer la enmarañada escritura del autor de Prometeo. Los sonidos equivocados, que eran los más, le desgarraban los oídos. El tono era difícil, y anunciaba sus asperezas una sarta de infames bemoles, colgados junto a las dos claves, como espantajo para alejar a los profanos. No obstante, ayudado de su voluntad firme, de su anhelo, de su furor músico, Miquis tocaba.

También tiene bemoles añadió Augusto en tono sumamente enfático , porque, señores, debemos principiar declarando que todo el mundo se compone de las mismas sustancias no creadas, no destructibles, y se sostiene por las mismas fuerzas imperecederas que actúan según las mismas leyes, desde el átomo invisible hasta la inmensa multitud de cuerpos celestes, conservándose invariables en el conjunto de su efecto total... ¿Te has enterado?

¡Bah! ¡Bah! silbó de nuevo Perico, indicando su desdén hacia todo sentimentalismo, ensueño o análoga nimiedad amorosa . Eso no vale nada, nada... como no le esperen a Miranda peores ratos... tiene bemoles, bemoles, eso de torcerse una pata, y esperarse dos días a que la enderecen, enderecen... dejando a su novia andar por esos mundos.... Es divino, divino.