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Actualizado: 6 de julio de 2025
Como su cuarto estaba situado sobre el de Magdalena se la pasó toda entera con el oído pegado al suelo, levantándose tan sólo para abrir de vez en cuando la puerta por si pasaba algún criado a quien poder pedir noticias. Oía a veces rumor de idas y venidas reveladoras de nuevas crisis o accesos de tos que desgarraban su pecho.
La primera idea que atravesó su mente fue la de un crimen. En sus músculos sintió estremecerse una fuerza centuplicada por la rabia. Preguntose por qué con sus manos no rompía el obstáculo tan sutil que la separaba de su dicha, y por un instante fue la hermana de aquellas Thyades que desgarraban en pedazos los leones y los tigres vivos.
Mientras las luchas religiosas desgarraban el seno de Francia; mientras gemía la Alemania bajo el peso de la guerra de los treinta años, gozaba España de paz y tranquilidad interior, cuyo bien, aunque comprado á costa de la libertad y del progreso en la gobernación del Estado, no deja también de ofrecer ventajas relativas, comparándolo en sus inmediatos efectos con los debidos en aquellos países á las guerras de religión.
No sabría yo decir si el músico que tocaba el biniou hacíalo con arte, pero a lo menos tocaba con tales bríos, arrancaba al instrumento sonidos tan ampliamente prolongados, tan penetrantes y que desgarraban con tal acritud el aire sonoro y encalmado de la noche, que no me causaba asombro ya el que semejante ruido nos hubiese llegado desde tan lejos: en media legua a la redonda podía ser oído, y las muchachas del llano debían, sin duda, soñar contradanzas en sus respectivos lechos.
Aspera y corta era la onda, y la dureza del combate se debía á lo extraño de aquella costa, tan abruptamente cortada, á sus ángulos crueles que apuntaban á la tempestad, desgarraban la ola. La cornisa por debajo, á uno y otro costado, hundíala en sus profundidades atronadoras.
Abajo estaban la sombría alarma, el perpetuo miedo á los bandos que desgarraban el país vasco, los ventanucos para dar paso al arcabuz; arriba la elegancia, copiada de los árabes; la alegría en la construcción, de un pueblo artista; las ventanas graciosas como ajimeces moriscos, para soñar en ellas á la caída de la tarde, después de haber leído un libro de caballerías.
Sólo Carlota tenía ánimo para sostener a su hermana y mirar sin pestañear las horribles quemaduras. Su honda emoción no se leía más que en la blancura de cera de su tez. La desdichada Presentación no cesaba de exhalar quejas a las cuales añadía frases desesperadas que desgarraban el alma.
Pero su naturaleza era de carne mortal, y sus hijos pedazos de sus entrañas, y tenía que dolerle mucho allí cuando se las desgarraban fibra a fibra. Dios no pedía cuentas de estas tribulaciones a sus criaturas.
Apenas podía leer la enmarañada escritura del autor de Prometeo. Los sonidos equivocados, que eran los más, le desgarraban los oídos. El tono era difícil, y anunciaba sus asperezas una sarta de infames bemoles, colgados junto a las dos claves, como espantajo para alejar a los profanos. No obstante, ayudado de su voluntad firme, de su anhelo, de su furor músico, Miquis tocaba.
Jacques ignoraba en absoluto la tremenda prueba por que acababa de pasar la de Sardonne, prueba cuyas amarguras desgarraban todavía su alma con toda la crueldad de una pesadilla.
Palabra del Dia
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