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Pero su naturaleza era de carne mortal, y sus hijos pedazos de sus entrañas, y tenía que dolerle mucho allí cuando se las desgarraban fibra a fibra. Dios no pedía cuentas de estas tribulaciones a sus criaturas.
No tal, ni por pienso dijo el rey , porque vuestros cuentos no los entiendo yo. Hablemos de otra cosa. ¿Qué me decís de vuestro duque de Osuna? Que no es mío. ¡Ah! pues por vuestro os le dan. Agradezco la intención, porque indudablemente quieren hacerme un buen regalo. ¿Está contento con su virreinato de Nápoles? Nada debe de dolerle, porque no se queja. ¿Y vos, estáis contento aquí?
Le entró una risa convulsiva cuando puso su mano sobre el ara sagrada... «¿Quién me había de decir?... ¡oh, mi re Dios de mi alma que yo... ji ji ji!...». Apartó el Crucifijo que está delante de la puerta del sagrario, alargó luego el brazo; pero como no alcanzaba, alargábalo más y más, hasta que llegó a dolerle mucho de tantos estirones... Por fin, gracias a Dios, pudo abrir la puerta que sólo tocan las manos ungidas del sacerdote.
Yo vine a Villavieja de teniente de carabineros: no cucharón, señorita, sino de colegio, del de Infantería. Aquí ascendí a capitán y me casé con una villavejana de bastante buen ver y no pobre del todo. ¿No es cierto, don Alejandro? Y se queda usted corto. Era de lo mejorcito de aquí... Y pasemos de largo sobre ese punto, antes que empiece a dolerle como de costumbre. Bueno.
Palabra del Dia
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