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Actualizado: 29 de junio de 2025


Los oficiales ingleses, con todas las condecoraciones que adornan sus pechos y su tez curtida por el sol de exóticas campañas, no existen; unas condesas italianas, que han de bajar en Turín y ostentan coronas en los forros de sus maletas, quedan como aplastadas en su compartimiento; yo doy gracias humildemente al igualitario progreso de los tiempos actuales, que me permite dormir separado por un tabique de madera de la persona que descansa en la pieza inmediata.

No te apures por eso, chica; es que está creciendo aún... debes alegrarte. Siguió la conversación todavía un buen rato. Miguel prometió traer al día siguiente sus maletas. Julia, brincando de alegría, le enseñó el gabinete donde iba a dormir en tanto que no se buscase una casa más capaz, como acababa de convenirse entre ellos.

Y luego, más tarde, allá por la madrugada, cuando preocupado él con su viaje cerraba las maletas en su cuarto, oyó en el silencio de la noche moverse la llave en la cerradura: salió al punto y encontró a su madre a medio vestir, descalza, que venía cautelosamente de puntillas a mirar por el ojo de la llave. ¿Qué es eso, mamá?... ¿Tiene usted algo?

Ocupado en registrar escopetas, hacer cartuchos, ordenar apuntes y dar la última mano á las maletas, llegó la mañana del día 1.°, y con ella la animación propia de un pueblo que rompe con su habitual monotonía. A las doce llegaron á caballo frente la casa real, el Gobernadorcillo de Sariaya y principales que nos habían de acompañar.

Josefa envió, de noche ya, las maletas por su sobrino a cierta venta no lejana de Peñascosa. Gran rato antes de percibirse la claridad de la aurora, llamó Obdulia discretamente a la puerta de la casa de su confesor. Salió Josefa a abrirle. El P. Gil estaba ya listo.

Sentóse en un sillón y dijo: ¿Pero qué es esto, Damián?... ¿Cómo ha sido esa marcha tan repentina?... Sólo pude ver al señor marqués un momento, y eso delante de la gente... Pues no replicó Damián encogiéndose de hombros . El señor marqués se levantó ayer a la una y salió sin almorzar de casa... Volvió a eso de las seis y mandó preparar las maletas.

Recogía sus objetos de tocador, cerraba las maletas después de pasear su mirada interrogante por todo el cuarto con la inquietud de una partida rápida, y colocaba en una butaca, junto al balcón, el abrigo de viaje, el saco de mano, el sombrero y el velo para arreglarse sin tardanzas ni vacilaciones, apenas se presentase Rafael, jadeante y cansado por el retraso.

La gente se empujó con la rudeza de una muchedumbre que huye de un incendio. En el espacio reservado para ocho personas se instalaron catorce; los pasillos se obstruyeron para siempre con montones de maletas, que servían de asiento á nuevos viajeros. Habían desaparecido las distancias sociales.

Una risa loca, aguda, acerada, que parecía rasgar las carnes y puso en conmoción todo el hotel, mientras la artista, con los labios espumeantes caía al suelo y se revolvía furiosa, volcando los muebles, hiriéndose con las metálicas aristas de sus maletas. Don Rafael; los señores de la Comisión de Presupuestos aguardan a usía en la sección segunda. Voy al momento.

Pensó Fernando al examinarle que tal vez llevaba en sus maletas algunas fotografías de bellezas profesionales de París con dedicatorias de pasión: «À mon cher coco de Buenos Aires». Los hermanos pequeños exhibían regocijados varias panderetas adquiridas recientemente, con suertes de toreo pintadas en el parche, y algunas banderillas ensangrentadas procedentes de la corrida de la tarde.

Palabra del Dia

rigoleto

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