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Actualizado: 29 de octubre de 2025


950 Ante aquella autoridá permanecían suplicantes, y, después de hablar bastante, "Yo me lavo"; dijo el Juez, "Como Pilatos los pies: esto lo hace el Comendante." 951 De ver tanto desamparo el corazón se partía; había madre que salía con dos; tres hijos o más, por delante y por detrás, y las maletas vacías. 952 "¿Dónde irán?", Pensaba yo, "¿a perecer de miseria?

La postura que se busca en cualquier forma de locomoción es agradable al principio, más si la jornada es larga, antes de llegar á los medios aquella, no solo es molesta, sino que no hay ninguna que satisfaga. El baroto no tenía asientos, así que los que íbamos embanastados en su camareta tuvimos que hacerlos con mantas y maletas.

A la luz de los focos azules, que esparcían sobre el mar una claridad lívida, empezó el transbordo de pasajeros y equipajes con destino á París desde el trasatlántico á los remolcadores. «¡Aprisa! ¡aprisaLos marineros empujaban á las señoras de paso tardo, que recontaban sus maletas creyendo haber perdido alguna. Los camareros cargaban con los niños como si fuesen paquetes.

Como todos ellos estaban acostumbrados á que los viajeros que llegaban á la Presa no llevasen otro equipaje que la llamada «lingera», saco de lona donde guardaban su ropa, se asombraron al ver la cantidad de baúles y maletas del coche-correo, vieja diligencia tirada por cuatro caballos huesudos y sucios de lodo.

Fuerza fue esperar pacientemente el turno de bultos rotulados A. M., frente al gran mostrador, donde se alineaba respetable fila de maletas, cajas y cajones de toda especie que iban trayendo a hombros los mozos de la estación, agobiados, hinchadas las venas del cuello.

El suizo se había precipitado a su camarote y hacía sus maletas con una velocidad increíble... El vapor apareció; pero como todos tienen un corte igual, es necesario esperar a oír el silbato para distinguirlos. ¿Sería el Victoria? ¿Sería el Calixto? En ambos casos estábamos salvados.

Era un tren el suyo de escasos viajeros: un simple coche-dormitorio que por la línea de cintura iba a unirse con el expreso de Portugal en la estación de las Delicias. Cerca de la entrada vio algunos mozos que venían hacia él para apoderarse de sus maletas, y un coche de alquiler inmóvil, con el cochero soñoliento y el caballo husmeando el suelo.

Empaquetadas todas las compras y atados cajones, maletas, tampipis, cajitas, balutanes y el indispensable lio y otro lío y liito de última hora, toma nuestro hombre el vapor, carromata, carabao ó caballo que le conduzca á su pueblo adonde es de ene ha de llegar montado en algo.

Ya llegamos dijo Robledo alegremente . Dos días y dos noches de ferrocarril desde Buenos Aires y un par de horas de coche á través de una tempestad de polvo, no es mucho. Más lejos está el fin del mundo. Varios hombres de los que habían saludado á Robledo dándole la mano empezaron á descargar espontáneamente las maletas amontonadas en el techo y el interior de la diligencia.

La señora Chermidy y su inseparable le Tas desembarcaron el 24 por la noche en la ciudad de Corfú. La viuda del comandante había hecho las maletas a toda prisa. Apenas si tomó el tiempo preciso para reunir cien mil francos para el salario de Mantoux y gastos imprevistos.

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