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Actualizado: 7 de junio de 2025
Entre los diferentes vinos que se sirvieron era uno de ellos de una casa de Alemania, única en el mundo que lo tiene, cuya botella valia quinientos francos. ¡Sopla! exclamé yo, mirando á mi mujer. Pues si ha tenido algunos convites como ese, bien puede el tal Vefour tener el riñon, bien cubierto. Au revoir, garçon. Hasta la vista, mozo. Au revoir, monsieur et madame.
El tío Frasquito hizo una mueca de disgusto, como si viera trocar a Malek-Adhel el blanco turbante por el sombrero de copa alta, o le hicieran saltar de una página de Madame Cottin a otra de la Guía de forasteros. ¿Elvirrra? contestó . Pues no sé, perrro debe de estar en Biarrriz... Ayerrr dijo la López Morrreno que la había visto.
¿Ni de duquesa tampoco? ¡Oh, madame la duchesse! Y una de las amiguitas se inclinaba delante de la novia con reverencia cómica que despertaba las carcajadas de las otras. Araceli, lisonjeada, sonreía con benevolencia. ¿No tardarás en tomar la almohada? ¡Quién piensa en eso todavía! respondió Araceli que había pensado ya infinitas veces.
Los hombres de Estado, los literatos y los filósofos de su tiempo vivían en la sociedad de Madame de Roys, distinguiéndose entre todos ellos al más inmortal, a Juan Jacobo Rousseau. Aunque mi madre era muy religiosa, conservaba cierta tiernísima veneración por este grande hombre; sin duda porque veía que a más de su gran genio, atesoraba un generoso corazón.
Alfonso ha sido por unas semanas el favorito de la casa; y aprovechando esta circunstancia, hizo hablar a Cesarina con madame de la Pierre, para que esta señora lo hiciera a su vez con la madre de la joven inglesa. Pero la gran dificultad que me tiene intranquila ha de venir de nuestra parte, sobre todo de mis cuñadas de aquí; porque la joven de que se trata es protestante.
Al ver entrar a los dos hombres, el alumno bajó sus brazos armados de banderillas y la señora se arregló la falda y el florido sombrero. ¡Oh, cher maître!... Buenas tardes, mosiú; felices, madame dijo el maestro llevándose la mano al sombrero . A ve, mosiú, cómo va esa lición. Ya sabe lo que le he dicho.
Hasta la propia Madame Duval le cobró mayor amistad, le consideró más que a nadie y le miró como si fuese el señorito hijo de la casa, hablándole siempre en inglés y dándole el tratamiento de Master John.
Madame Récamier, a quien dicen que me parezco, me he dispensado una acogida excelente; he asistido en su casa a una lectura que ha dado M. de Chateaubriand, quien ha leído una tragedia titulada «Moisés»; la figura de este grande hombre me ha impresionado más que sus versos: tiene el aire majestuoso de un rey en medio de su corte.
Por nada del mundo quisiera yo más tragedia. Yo no soy vengativa, pero hay personas que lo son. Guárdese usted de ellas, y póngase en salvo.» Así terminaba la carta, firmada sólo con la inicial R. Madame Duval la llevó a la fonda donde el gaucho vivía, y estuvo presente a su lectura. No bien acabó de leer, Pedro Lobo dijo furioso: Me insulta y hasta se atreve a amenazarme.
Plaza de la Concordia. Arco de la Estrella. Campos Elíseos. Vuelta al Hotel. Mi mujer va haciendo admirables progresos en el idioma francés. Á las mujeres las dice monsieur y á los hombres madame: al quilógramo, medida de áridos, lo llama litro, medida de líquidos: el bulevar, es el restaurant y el restaurant es el bulevar, y así en otras cosas.
Palabra del Dia
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