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Doña Inés López de Roldan distaba mucho de ser una lugareña vulgar y adocenada. Era, por el contrario, distinguidísima; y en su tanto de méritos mirados, o sea guardando la debida proporción, pudiéramos calificarla de una princesa de Lieveo o de una madame Récamíer aldeana. Su vida no pasaba ociosa, sino empleada en obras casi siempre buenas y en fructuosos afanes.

Sin duda tiene nuevo galán y con él es con quien me amenaza. Yo me río. Morirá a mis manos como Arturito ha muerto. Sosiéguese usted dijo Madame Duval con mucho reposo . No es amenaza sino aviso lo que da mi señora. Ella dista mucho de tener nuevo galán. Créame usted. Hablo sinceramente. Mi señora se ha entrado por la devoción y lleva camino de ser una santa.

Terminadas todas estas revelaciones y apasionados discreteos, Rafaela tocó la campanilla, vino Madame Duval y sirvió el con bizcochos, pastas y tostadas, y ya con excelente crema de las vacas que había en la chácara de Petrópolis.

Pero, sin dar tiempo de que se llevaran los «dedales de muñeca» a fray Anselmo o a la abadesa madame Montballon, desnudó la espada, tomó las dos copas con ambas manos, e intentó con ellas unos ejercicios como juegos malabares, dándolas muy pronto contra el suelo, donde se hicieron añicos.

Y esa Madame Martin de "Le Lys Rouge", ofrecida al mundo como el tipo de la parisiense exquisita y superior, ¿es acaso otra cosa que un admirable afinamiento de las cualidades comunes, exteriores, visibles, traídas por la cultura de las costumbres y la influencia de los libros que ella ha leído? Su mundo interior es armonioso, claro, limitado.

Al oír esta relación, Pedro Lobo no pudo aguantar más, montó en cólera y dijo a la dueña: Ea, basta ya, doña Duval o doña Marisápalos, y no pretenda burlarse de e intimidarme con mentiras o con ridiculeces. Pronto, largo de aquí, si no quiere usted que me olvide de que es mujer y... vieja. Lo de vieja dolió en extremo a Madame Duval, porque se consideraba joven y casi lo era.

¿Y qué diantre de carnerada es esa? preguntó Pedro Lobo riendo, aunque preocupado y un tanto cuanto con la risa del conejo. La carnerada contestó Madame Duval , es un raro arte de esgrima que los negros aprenden y ejercen. Como tienen la cabeza más dura que hierro, hacen de ella un arma y llegan a dar topetadas feroces y a veces mortales.

A casi todos los esclavos, en recompensa de sus servicios, les concedió libertad. Sólo guardó consigo, aunque también beneficiados por el testamento de D. Joaquín, a Madame Duval, a dos doncellas, y a tres negros de los más fieles, hechos también libertos.

Esta música alemana no puedo sufrirla. ¿Por qué no estudias un valsecito francés, alegre, o un aire de opereta? Mira, ¡Madame Angot! eso es música. Susana era muy bonita y muy simpática; un terroncito de azúcar, una paloma, un dije: todas las hipérboles de la comparación, no alcanzarían nunca a dar una idea exacta de lo que era esta niña hechicera, sin hiel y sin malicia.

Ella no recibía entonces, ni salía de casa; pero Madame Duval era perseguida y detenida por Pedro Lobo, y ora por su medio, ora imprudentemente, valiéndose de un criado cualquiera, Pedro Lobo la inquietaba y la atormentaba con cartas pidiéndole, casi exigiéndole una cita. A las cuatro primeras cartas, dos al día, nada contestó Rafaela.