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Mostrábase orgullosa de que «todo fuese suyo». Estaba satisfecha de su juventud, que ignoraba el adorno de los falsos cabellos, y de su piel sana, que no conocía el arrebol del colorete. Maltrana las saludó a las dos como amigo antiguo. Buenos días, mademoiselle Ernestina. Soy, como siempre, el más ferviente admirador de su hermosa cabellera... Mis respetuosos homenajes, madame Berta.

La duquesa tuvo alguna sospecha de Mme. de Genlis, y la despidió de su servicio, encargando al mismo tiempo a Mme. de Roys fuese a un convento de Suiza en busca de la señorita de Orleans, donde se encontraba recogida. Esta princesa, conocida después por el nombre de madame Adelaida, era muy joven, hermosa y excelente de corazón.

Durante el reinado de su hermano Luis-Felipe, dícese que ejerció gran influencia política. Creyó mi madre que se trataba de casar a esta princesa desde el momento que la separaban del convento. Pero no era este el motivo. Tratábase únicamente de separar a la joven de la influencia directa de madame de Genlis y de la acción política del partido orleanista.

Nunca pude fijar la cronología de estos triunfos de Madame Duval, y saber a punto fijo si los alcanzó de soltera, o ya de casada, mientras su marido combatía en Argel, o si le valieron como consuelo y desahogo después de viuda. En fin, Madame Duval gustó también de Cintra, aunque no tanto como yo y como Lord Byron. Es inexplicable el sentimiento que llaman patriotismo.

Por la primera vez, cuando tu amo nos convidó, los he tolerado. ¡Pero ya no los toleraré más! ¡Por los clavos de Cristo, que no los toleraré más!... ¡Llévaselos a fray Anselmo para cuando diga misa, o a mi buena amiga la abadesa del convento de Saint Etiene, madame de Montballon!

Ello es que ambos salimos muy agradablemente de aquel a modo de apuro, trocándose de súbito nuestra amistad y nuestro conato de amor anacrónico en el santo y puro afecto de un padre y de una hija. ¡Padre mío! dije yo y eché al Barón los brazos al cuello. Después de esta dulcísima expansión, llamé a Madame Duval para que nos hiciese compañía.

Gonzalo comenzó a hacer esfuerzos desesperados por sostener la conversación con su futura, esposa y suegra; pero aquélla no despegaba los labios, dominada, sin duda, por la vergüenza, y doña Paula andaba muy lejos de ser una madame Stael. Como tampoco él había colaborado en el Diccionario de la Conversación, el resultado era que ésta no prosperaba. Por cartas había llegado a tener confianza.

Dos días después de haber despedido a Arturito, supo que Pedro Lobo acababa de desembarcar en Río de Janeiro y que pretendía venir a verla. Ausente D. Joaquín y víctima Rafaela de jaquecas continuas, Rafaela no recibía entonces ni salía de su casa. Pedro Lobo buscó en la calle a Madame Duval, le habló, y le pidió y casi le exigió que le diese una cita con su señora.

Voy á dar algunos detalles sobre dos caractéres singularísimos de la sociedad francesa, caractéres reflejados en dos palabras; pardon y merci; perdon y gracias. Esto nos ha acontecido varias veces, y mi mujer, al oir pardon, monsieur ó madame, me preguntaba: ¿qué dice? Nos pide perdon, respondia yo á mi mujer. ¿Qué diantre de tantos perdones?

Al saber esto, me he puesto en camino inmediatamente para París, en compañía de mi segunda hija, Eugenia, de quien he hecho mi confidente. He tomado de la gaveta de mi marido todo el dinero que dejó en ella cuando salió para Borgoña, donde se encuentra en casa del abate Lamartine. Mi amiga, madame Paradis; mi cuñado, M. de Lamartine, y mis cuñadas, me proporcionarán más.