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A fuerza de titularse «Madame Ojeda» había olvidado su verdadera situación, y se indignaba, con todo el fervor que inspira el derecho de propiedad, sólo al pensar que alguna mujer pudiera arrebatarle «su marido».

CIRILO. Prefiero permanecer al lado de mi querida madrina, que ha sido tan buena para y a la que yo deseaba tanto conocer. Sus cartas me sostuvieron durante las horas penosas. Tengo que felicitarla. ¡Escribe usted como madame Sevigné...! Tengo mis títulos académicos, aunque maldito si me sirven de algo. CIRILO. Una mujer no debe sentir nunca ser instruida, cuando es bonita.

Puede llamarse novela naturalista a Madame Bovary; pero no cabe duda de que Flaubert vivió y murió romántico impenitente, y nadie negará, por de contado, que La Tentación de San Antonio es obra de un desenfrenado idealismo, y que Salambó pinta un mundo tan convencional y tan falso como el de cualquiera otra de las novelas con pretensión de históricas.

No tenía gana tampoco de recibir al gaucho para despedirle y para tener con él una escena violenta y acaso trágica. Se valió, pues, de Madame Duval como mensajera. La instruyó detenidamente en todo cuanto había de decir: en la resolución que había tomado de seguir nueva vida, en sus remordimientos y en su firme propósito de no reanudar con él las pasadas relaciones y de no recibirle en secreto.

Todo lo había dejado bien dispuesto, sin olvidar pormenores. Lucía quedaba por principal heredera, pero había cuantiosos legados para varios establecimientos de beneficencia en Andalucía, para madame Duval, la mucamba y los demás criados.

No sabemos cómo se habló de Arturito y se lamentó su muerte. Don Joaquín se conmovió, hizo tres o cuatro pucheritos y se le saltaron las lágrimas. Toda mi vida exclamó , conservaré como recuerdo una prenda suya, que, sin duda, Madame Duval llevó a la alcoba de mi mujer, donde yo la encontré hace dos o tres días. Esta es la prenda.

En dos horas escasas había recaudado madame Judic más de cinco mil francos vendiendo marrons glaces. ¿Qué no recaudaría Currita vendiendo por media hora, aunque sólo fueran altramuces o garbanzos tostados?

Una de las principales bellezas que tiene para Basilea, es el celebrado Rin, rio, que como elegantemente dice madame de Stael, semeja el genio tutelar de la Alemania, con sus ondas puras, rápidas, majestuosas, como la vida de un antiguo héroe. El Rin efectivamente es magnífico, parece inalterable, á juzgar por la eterna serenidad de sus cristales.

Decídese y continúa hasta tres millones. Ahí se detiene, y se le adjudica la propiedad a M. Gibert. Arrójanse todos sobre él, lo rodean, lo abruman... «¡El nombre, el nombre del compradorEs una americana responde Gibert, madama Scott. ¡Madama Scott! exclama Pablo. ¿La conoces ? pregunta madame de Lavardens. ¡Si la conozco, si la... no, absolutamente!

Hecho esto, enrolose en el primer regimiento de cazadores de Africa; tuvo la suerte desde el principio de formar parte de una pequeña columna expedicionaria en el desierto de Sahara, condújose valerosamente, obtuvo con mucha rapidez algunos grados, y al cabo de tres años iba a ser nombrado subteniente, cuando se enamoró de una joven que representaba La fille de madame Angot, en el teatro de Argel.