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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Pero el Rey está allí, en el castillo. Este caballero... ¡Mírame, Rodolfo! ¡Mírame! gritó, oprimiendo mi rostro entre sus manos. ¿Por qué permites que me atormenten así? ¡Dime, qué significa esto! Entonces hablé, fijos mis ojos en los suyos. ¡Dios me perdone, señora! dije. No soy el Rey. Sentí en mis mejillas el temblor convulsivo de sus manos.

O no, estúpido, porque nunca has servido para nada y quizá la hubieras perdido, por inepto, esa fortuna tan mentada y otro que yo la habría aprovechado; mejor es que quedara en la familia, como quedó. Mírame, muérdeme... no estoy tan caído como crees... y si no, ¡ya lo verás! ¡qué ojos de hombre y qué cargante se pone! El negro salió, cerrando la puerta. Esteven respiró.

Desde la plataforma de la torre os le hubiera enseñado para que le gozarais sin estorbos por todas partes; pero, según noticias de mi amigo Fuertes, la plataforma está de mírame y no me toques, sin contar con que le falta a la torre media escalera, cabalmente la mitad de abajo... Mas esa y otras dificultades parecidas, ya se irán remediando.

... mucho... ¡Pues es claro! ¿Vas a negarme que soy tu vivo retrato?... ¡Mírame! dijo Melchor irguiéndose en cómica actitud, y agregó: bueno, ahora hay que preparar todo. ¡Melchor!... ¡Melchor!... ¡Melchor!... entró gritando desaforadamente su hermanita menor: ¡Te han traído un baúl lindísimo y nuevo! Que lo pongan en mi cuarto, nena.

Siguióla Amaury con los ojos, y así que la perdió de vista tomó con dulzura la mano de Magdalena, exclamando con acento apasionado: ¡Ya nos han dejado solos, siquiera sea por un instante! Aprovechémoslo, Magdalena: mírame, dime que me amas, pues a ser sincero, desde que he visto a tu padre tan transformado, voy dudando ya de todo. De , bien sabes que te amo, que te amo con todo mi ser.

Ambos permanecieron silenciosos: ella inmóvil, sin valor para rechazarle; él en la misma postura, sintiendo en la frente el dulce calor del pecho de su amada. Al cabo de unos cuantos minutos dijo Cristeta: Vamos, no te apures... mírame cara a cara. ¿Sirve esta pobre mujer para convencerte de que no lo has perdido todo?

Aquello acabó, y ahora sólo queda la sedería de Lyón, «mírame y no me toques», algodón malo, géneros que no duran un año, porquerías con las que van tan orgullosas estas señoritas del día.... ¿No es esto, Juanito? ¿No lo ves así? Y el sobrino contestaba a todo con afirmativas cabezadas, muy preocupado en su interior por el modo como expondría la pretensión que le llevaba allí.

Sólo llevamos hecho un piso, y estamos seguros de que el día que lo cargen se vendrá abajo, aplastando a todo Cristo. ¡Con tal que no estemos nosotros!... El contratista viene en su automóvil una vez por semana; mira, recomienda que se haga todo por el sistema de «mírame y no me toques», y se va.

Esto le pareció un poco difícil de conseguir a Luz no estando presente Ángel; pero Ángel, que ya contaba con la dificultad, tenía bien estudiado el modo de vencerla, y de vencerla al tenor de sus deseos. «Para retratarte así, la encargó, vuélvete con la imaginación a tu paraíso, y mírame desde la azotea de tu chalet». Y eso hizo Luz, de muy buena gana; y por eso resultó su cara en el retrato con la expresión de la de una virgen ideal de las Catacumbas, en sus arrobamientos celestiales.

La doncella salió, y apenas se cerró la puerta Lea se levantó de un salto y toda cambiada, la cara contraída, la voz temblorosa, dijo llevándose á Jacobo al punto más apartado de la pieza: Mírame bien... ¿No me encuentras nada nuevo en la mirada? ¿Soy la misma mujer? ¿Qué tienes? preguntó Jacobo, asustado por su agitación. ¿Qué ha sucedido?

Palabra del Dia

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