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Actualizado: 2 de junio de 2025
LEONOR. ¿Me compadeces?... MANRIQUE. Ese llanto, Leonor, no me lo ocultes; deja que ansioso en mi delirio goce un momento de amor; injusto he sido, injusto para ti... vuelve tus ojos, y mírame risueño y sin enojos. ¿Es verdad que en el mundo no hay delicia para ti sin mi amor? LEONOR. ¿Lo dudas?... MANRIQUE. Vamos... pronto huyamos de aquí.
Los alumnos no tenían necesidad de más, nadie echaba de menos la enseñanza práctica de una ciencia eminentemente experimental; por años y años se ha enseñado así y Filipinas no se ha trastornado, al contrario continúa como siempre. Alguna que otra vez bajaba del cielo un instrumentillo que se enseñaba de lejos á la clase, como el Santísimo á los fieles prosternados, mírame y no me toques.
Cuando para disimular mejor el miedo se fueron aquéllos a jugar con su cadena, no pudo reprimir la indignación y les advirtió con un manotazo de que aquello era de «mírame y no me toques,» y para evitar más conflictos, se levantó de la silla y se puso a dar vueltas por la estancia, sin perder un átomo de su ingénita gravedad.
No, Teri; tú sabes que debo marcharme. Tú misma me lo aconsejaste; te pareció bien que fuese como un valiente a la conquista de la fortuna. Hace un mes que hablamos del viaje con relativa tranquilidad, y ahora... ahora te opones como una niña. Valor; mírame a mí. ¿Crees que no sufro como tú?... Pero ella bajaba la cabeza con obstinación.
Anda, vejestorio inservible decía bajando las escaleras, mírame, muérdeme; no te daré el gusto de verme en el suelo. Todavía puedo levantarme... el doctor es una gran palanca; ¡que no renuncie antes de fin de mes, y la victoria será mía! ¡Qué casualidad! Cuando iba a tomar su coche, pasaba precisamente Jacintito.
Y creías que no me iba a desquitar... cornudo! ¡Ajá! Mírame... no se te había ocurrido nunca, ¿eh? ¡Ah! y se llevó las dos manos a la garganta ahogada. Pero cuando Kassim se iba, saltó de la cama y cayó, alcanzando a cogerlo de un botín. ¡No importa! ¡El brillante, dámelo! ¡No quiero más que eso! ¡Es mío, Kassim miserable! Kassim la ayudó a levantarse, lívido. Estás enferma, María.
En cuanto apago la luz quedo como un leño, y si alguna vez, por casualidad, despierto, al día siguiente no me acuerdo de lo que estuve pensando. Ya sabes que no soy tan poética como tú... Apunta ese diez y siete que acaba de salir... Creo que para querer bien no es necesario tener esas ideas románticas. Pues yo creo que sí. Pues yo creo que no. Vaya, no riñamos y mírame un poco.
Marqués respondió Germana , esta señora quiere llevarte a París. ¿Quieres irte con ella? Por toda contestación el niño se echó en brazos de Germana, y dirigió una mirada de recelo a la señora Chermidy. Le queremos todos dijo Germana. Usted también, señora. Es una habilidad. Es natural. Se le parece mucho a su padre. Mírame bien dijo la viuda a su hijo . ¿No me reconoces? No. Soy tu madre. No.
Mientras más me sueno, más abrumada tengo la cabeza. Estoy harto de beber aguas. ¡Demonio con las aguas! No quiero más brebajes. Tengo el estómago como una charca. ¡Y me dicen que tenga paciencia! Cualquier día tengo yo paciencia. Mañana me echo a la calle. Falta que te dejemos. Al menos ríanse, cuéntenme algo, distráiganme. Jacinta, siéntate a mi lado. Mírame. Si ya te estoy mirando.
El vigilante puede oírnos, y todo se perdería... ¡Jacobo! ¡Mi pobre Jacobo! ¡En qué estado te encuentro! Mírame... que yo vea tus ojos... ¡Cómo has debido sufrir para llegar á esta delgadez, á este abatimiento!... Le atrajo al ángulo más lejano de la sala, donde era difícil verlos é imposible oirlos desde fuera.
Palabra del Dia
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