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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Si se compraba aceite de por junto, carbón o tocino, escondíamos la mitad, y cuando nos parecía, decíamos el ama y yo: -Modérese V. Md. en el gasto, que en verdad que si se dan tanta prisa no baste la hacienda del Rey. Ya se ha acabado el aceite o el carbón. Pero tal prisa le han dado. Mande V. Md. comprar más y a fe que se ha de lucir de otra manera. Denle dineros a Pablicos.

Porque la vanidad, el demonio de las mujeres «de mundo», la poseía de pies a cabeza; y por eso, solamente era devota y benéfica en cuanto sus actos pudieran lucir en honra y gloria de sus humos de aristócrata acaudalada, y se dejaba arrastrar sin resistirse hacia las fauces del monstruo que la fascinaba, como el borracho contumaz hacia el lento suplicio de la taberna.

Rosalía hablaba; ¿pero quién, sino el mismo Pez, podría recoger sus palabras, impregnadas de un cierto desconsuelo y melancolía dulce? La pobrecita no podía lucir nada, porque su marido... Ante todo, no se cansaría de repetir que era un ángel, un ser de perfección... Pero esto no quitaba que fuera muy tacaño y que la tuviese sujeta a un mal traer, deslucida y olvidada.

Ni Bernardino ni Pilar tenían un cuarto; hasta entonces habían vivido los dos de su trabajo, ella de la costura, él llevando los libros de un almacén, siempre tan pobres y hambrientos que la escasez hacía para ellos todos los días iguales, por lo cual abrigaban la ambición, muy legítima, de verlos lucir mejores.

Al cruzar por delante de ellas, como les daba la luna por la espalda, sólo percibíamos la silueta de sus hermosas cabezas desnudas o cubiertas por blanca toquilla; pero veíamos lucir, con vivo relampagueo, sus ojos negros, sus dientes blancos, marroquíes.

Aquí se lucir pura y serena Tu frente que selló la castidad; Aquí se leen tus albos pensamientos Y la inefable candidez de tu alma, Y una elocuente imágen de la calma En la apacible vida del hogar. Aquí toda tu vida está en compendio Donde dice con cifra misteriosa: Bella argentina, madre cariñosa, Esposa tierna... ¿qué mas quieres, ?

Unas pasajeras de Río tecleaban en el piano del salón y buscaban romanzas en los montones de partituras, ganosas de lucir sus habilidades ante las gentes que venían de Europa. Algunos jóvenes hablaban de improvisar un concierto, una fiesta íntima. El cielo se había aclarado; lucían las estrellas entre harapos de nubes en fuga; las rugosidades del Océano eran cada vez menos sensibles.

«¿Qué derecho tengo yo decía entre para que esta hermosa mujer, tan discreta, tan graciosa, tan a propósito para ser el encanto y la admiración de quien la trate, se sepulte en vida en castigo de haberme amado y de haberme tomado por marido? ¿Qué derecho tengo yo para imponer además la misma pena a su linda hermana, más joven aún y no menos a propósito para lucir en el mundo?

El pasado, duro y cruel, la infancia del hombre, apenas despojada de su primitiva animalidad, acampaba a las puertas de una villa moderna. Zaratustra procuraba retener al joven. Le era doloroso privarse de una charla en la que podía lucir su ciencia. ¿Ves qué sol tan hermoso? dijo . Pues tendremos lluvia antes de que acabe la semana. Se mojará el Entierro de la Sardina.

Hoy se entregaban a un calavera rico, mañana a un señorito achulado, tal noche a un marido ajeno, tal otra a un pollancón estúpido; y total, alguna cena, algún traje, desempeñar a costa de uno lo que había de lucir con otro, y a la postre el rostro ajado y la juventud malbaratada: vida de moza mesonera, trajín constante, pocas propinas y vejez: mendiga.

Palabra del Dia

hociquea

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