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Ya se ha acabado el aceite o el carbón; pero tal priesa se han dado.... Mande vuestra merced comprar más, y a fe que se ha de lucir de otra manera; denle dineros a Pablicos." Dábanmelos, y vendíamosle la mitad sisada, y de lo que comprábamos sisábamos la otra mitad; y esto era en todo. Y si alguna vez compraba yo algo en la plaza, por lo que valía reñíamos adrede el ama y yo.

Decíale don Diego, muy satisfecho de : ¡Así fuese Pablicos aplicado a virtud como es de fiar! ¿Toda esta es la lealtad que me decís vos de él? Tuvímoslos de esta manera, chupándolos como sanguijuelas. Yo apostaré que V. Md. se espanta de la suma de dinero que montaba al cabo del año.

Ella decía cuando yo estaba delante a mi amo: "Por cierto que no hay servicio como el de Pablicos, si él no fuese travieso; consérvele vuestra merced, que bien se le puede sufrir el ser travieso por la fidelidad; lo mejor de la plaza trae." Yo, por el consiguiente, decía de ella lo mismo, y así teníamos engañada la casa.

Si se compraba aceite de por junto, carbón o tocino, escondíamos la mitad, y cuando nos parecía, decíamos el ama y yo: -Modérese V. Md. en el gasto, que en verdad que si se dan tanta prisa no baste la hacienda del Rey. Ya se ha acabado el aceite o el carbón. Pero tal prisa le han dado. Mande V. Md. comprar más y a fe que se ha de lucir de otra manera. Denle dineros a Pablicos.

Ella decía como enojada: "No me digáis a , Pablicos, que éstos son dos cuartos de ensalada." Yo hacía que lloraba, daba muchas voces e íbame a quejar a mi señor, y apretábale para que enviase el mayordomo a saberlo para que callase el ama, que adrede porfiaba. Iba, y sabíalo; y con esto asegurábamos al amo y al mayordomo, y quedaban agradecidos, en a las obras, y en el ama al celo de su bien.

Ella decía, cuando yo estaba delante: -Mi amo, por cierto que no hay servicio como el de Pablicos, si él no fuese travieso; consérvele V. Md., que bien se le puede sufrir el ser bellaquillo por la fidelidad; lo mejor de la plaza trae. Yo, por el consiguiente, decía de ella lo mismo y así teníamos engañada la casa.

Decíale don Diego muy satisfecho de : "Así fuese Pablicos aplicado a virtud como es de fiar; toda esta es la lealtad. ¿Qué me decís vos de él?" Tuvímoslos desta manera chupándolos como sanguijuelas; yo apostaré que vuestra merced se espanta de la suma del dinero al cabo del año.

Dábanmelos y vendíamosles la mitad sisada, y de lo que comprábamos sisábamos la otra mitad; y esto era en todo, y si alguna vez compraba yo algo en la plaza por lo que valía, reñíamos adrede el ama y yo. Ella decía: -No me digas a , Pablicos, que esto son dos cuartos de ensalada.