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Actualizado: 12 de octubre de 2025


La confesión es una cosa admirable en misma, en tierra, por ejemplo, en una iglesia de aldea donde las vidrieras dejan penetrar un alegre rayo de sol, cuando vais a partir para una larga campaña, y vuestra abuela está allí arrodillada, llorosa, haciendo arder un cirio bendito que ha dedicado a Nuestra Señora: ¡oh! , entonces, la confesión al oído de un juicioso y virtuoso sacerdote de cabellos blancos, que, al salir del confesionario y apoyando su brazo trémulo sobre el vuestro, os dice: «Hijo mío, vamos a ver a mis ovejas que bailan bajo los sauces allá abajo, al borde del arroyo, y de pasada llevaremos una botella de buen vino al pobre viejo Juan Luis, el protestante

Carlota escuchó llorosa y distraída aquellas científicas explicaciones que por el estado de su alma no produjeron el resultado que era de esperar. D. Pantaleón rebañó de su bolsillo algunas pesetas y se las dio. La situación de la infeliz muchacha era cada día más triste.

Volvió a oír allí los lamentos: unos ayes histéricos de mujer llorosa, alaridos de muchachos, semejantes al aullar de perrillos abandonados. La familia de Pachín gritaba frente a la puerta de la enfermería, defendida por un marinero impasible.

Vio un hombre que retenía a otro más pequeño, y en la mano de este último un relámpago blanco, tal vez un cuchillo, con el que pretendía rematar al monstruo pataleante. No vio más. Sintió que unos brazos suaves, de fina epidermis y dulce calor, le cogían la cabeza. Una voz, la misma de antes, trémula y llorosa, sonó en sus oídos: ¡Don ChaumeAy, don Chaume!...

Salid, Esposo ofendido, A recibir esta esclava, De vuestro amor fugitiva Y de sus culpas errada. Esta ovejuela perdida, Que buscastes entre tantas, Acoged, que ya llorosa Por vuestros apriscos bala.

A pesar de su turbación, Montiño notó que Dorotea estaba llorosa, muy pálida, y visiblemente enferma. Sobre una mesa había mucho dinero en oro. Tomad de aquí lo que necesitéis para una buena merienda para dos personas dijo Dorotea. Montiño, que iba resignado, contestó: ¿Cómo queréis que sea esa merienda, señora? Como pudiera serlo para el rey. ¿Con vinos y licores?

No lo tome usted a broma dijo Ojeda . La literatura entró por mucho en eso. Cuando se inició en América el movimiento de emancipación, Chateaubriand reinaba sobre el mundo y Atala era el libro sublime. «¡Triste Chactas!», cantaban con voz llorosa acompañadas de arpa o de guitarra todas las damas de ambos hemisferios.

Cuando después de una de estas reyertas quedaba la pobre Eladia llorosa y con algún rasguño en las mejillas, solía tomarla su tío de la mano y conducirla á un rincón para emplear con ella las fuerzas dialécticas con que Dios le había dotado. Vamos á ver, niña, respóndeme. ¿Quién ha hecho á tu tía? Eladia le miraba estupefacta sin despegar los labios.

María Antonia Fernández, aunque arrepentida y llorosa, tenía el consuelo de no haber pecado nunca en este segundo sentido. Cuantos habían caído en sus redes y habían sido con ella pecadores, estaban pervertidos muy de antemano, de modo que ella no agostó ninguna virtud en flor, ni remedando al demonio robó ángeles al cielo para llevárselos consigo.

Pues , esta Georgina, de que le hablaba, es muy complaciente con mi hermano, quien le paga en la misma moneda: como ya, le he dicho, Georgina Bacot trabaja en las Folies-Lyriques, por cuya razón mi hermano anda mucho entre bastidores, y allí se encuentra a menudo con la madre de Georgina, que fue también actriz en sus tiempos... y mi hermano nos contaba el otro día a mamá y a que una de estas noches pasadas había encontrado en la escena, durante un entreacto, a la madre de Georgina... Estaba mirando por el agujero del telón cuando de pronto se volvió a aquél y le dijo con voz llorosa... «Hay cosas que halagan a una mujer... ¿creerá usted, señor, que hay esta noche en la sala cuatro de mis antiguos amantes... y todos senadores

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