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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Tendieron la arpillera del primo sobre la verde yerba, acudieron a la despensa de sus alforjas, y, sentados todos tres en buen amor y compaña, merendaron y cenaron, todo junto. Levantada la arpillera, dijo don Quijote de la Mancha: -No se levante nadie, y estadme, hijos, todos atentos.
Es verdad que no siempre se acierta en el medio mas á propósito para ahogar, templar ó dirigir la pasion levantada; ó que aun encontrado, no se le emplea como es debido; pero la sola costumbre de buscarle basta para que el hombre esté mas sobre sí, no se abandone con demasiada facilidad á los primeros movimientos, y tenga en sus juicios prácticos un criterio que falta á los que proceden de otra manera.
La mucha hacienda servía ante todo, según él, para no envilecerse en ganarla y poder mostrar mejor la alta guisa del ánimo. Era de condición levantada y espléndida. Pensaba que por encima de todo acto del hombre debía palpitar un gesto generoso y brillante, como la pluma en el sombrero. Su lujo en el vestir burlaba las pragmáticas.
Vio la cama levantada, tiesa, muda, fresca, sin un pliegue; salió de la alcoba; en el despacho reparó el sofá de reps azul, las butacas, las correctas filas de libros amontonados sobre sillas y tablas por todas partes; se fijó en el orden de la mesa, en el del sillón, en el de las sillas. Parecía olfatear con los ojos.
¡Qué tarde!... La sed de su trigo y el recuerdo de la multa eran dos feroces perros agarrados á su corazón. Cuando el uno, cansado de morderle, iba durmiéndose, llegaba el otro á todo correr y le clavaba los dientes. Quiso distraerse con el trabajo, y se entregó con toda su voluntad á la obra que llevaba entre manos: una pocilga levantada en el corral. Pero su trabajo adelantó poco.
Daba fiestas a lo Trimalción; y, en las horas más ásperas de la furia libertina, cuando entre la música de las charangas, entre el estridor brutal de los cobres, rompían el «can-cán», cuando prostitutas de seno desnudo, cantaban coplas canallescas; cuando mis convidados bohemios, ateos de cervecería, injuriaban a Dios, con la copa de champagne levantada, yo, poseído súbitamente como Helio y Abalo, de un furor de bestialidad, de un odio inmenso contra lo Pensante y lo Consciente, me tiraba al suelo a cuatro patas y me ponía a rebuznar imitando al burro.
¡Mi tía Isabel! dijo Flores con la navaja levantada. ¡Y el pescador Pablo! exclamaron los otros. Señora decía el niño , le juro por el alma de mi padre que yo he visto hace dos horas la tartana de las velas rojas fondeada cerca de Conil. La señora Isabel hizo un gesto que hubiera tenido toda su significación y toda su eficacia, sin el marino que se interpuso prudentemente entre los dos campeones.
Me importa poco. Podrá suceder... Me importa menos. Adiós dijo precipitadamente la condesa. ¿Por qué?... Suenan pasos, y se ven luces dijo la de Lemos . Si nos encontraran aquí juntos... Quevedo apagó la luz de la condesa de un soplo, y luego sopló su linterna. ¿Qué hacéis? dijo la condesa, que se sintió asida por la cintura y levantada en alto. Desvanecerme con vos á fin de que no nos vean.
Tomando yo por guía de mi anhelante curiosidad la mirada de Chisco, y sin dejar de oír los ladridos de Canelo apenas metido éste en la covacha, pronto le vi retroceder, pero dando cara al enemigo con las cuatro patas muy abiertas, la cabeza levantada y casi tocando el suelo con el vientre.
O cuando, ciertos domingos, las demás niñas iban a casa de alguna conocida a pasar la tarde, doña Andrea se entraba sola en la habitación, con Leonor de la mano, y allí a la sombra de aquellos tomos, sentada en el sillón en que murió su marido, se abandonaba a conversaciones mentales, que parecían hacerle gran bien, porque salía de ellas en un estado de silenciosa majestad, y como más clara de rostro y levantada de estatura; de tal modo que las hijas cuando volvían de su visita, conocían siempre, por la mayor blandura en los ademanes, y expresión de dolorosa felicidad de su rostro, si doña Andrea había estado en el cuarto de los libros.
Palabra del Dia
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