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Actualizado: 23 de mayo de 2025


¡Ay! ... No verá el día que va a venir... Elena vaciló como herida del rayo y tuve que sostenerla un momento... Después se irguió, sin lágrimas, y me dijo angustiada: Si muere antes del día, no se cumplirá su deseo supremo... Usted lo ha oído; quiere morir en la fe cristiana... Lo he oído. En nombre del Cielo, Máximo, corra usted a la iglesia más próxima... Yo moví la cabeza.

Gillespie no alcanzaba á verle bien, pero sospechó que era una mujer. Esta mujer, tendiéndose sobre su pecho, se fué arrastrando con el oído pegado á la piel, sirviéndole de guía el ruidoso bombeo de la sangre á través del enorme corazón. Al fin el director femenino se irguió, señalando con un dedo á sus pies, como si dijese: «Aquí». Inmediatamente acudieron los seis bandoleros con su barra.

La confesion fué larga y pesada, pero durante ella el confesor no volvió á dar ningun signo de espanto y pocas veces interrumpió al enfermo. Era ya de noche cuando el P. Florentino, enjugándose el sudor de rostro, se irguió y se puso á meditar. Reinaba en la habitacion oscuridad misteriosa, que los rayos de la luna, entrando por la ventana, llenaba de luces vagas y reflejos vaporosos.

Debiera caérsete la cara de vergüenza, ¿y vienes con arrumacos?... Me tienes tan harta, ¡tan harta! que milagro será que sufra tus sandeces mucho tiempo... El guapo se irguió entonces con arrogancia y respondió fríamente: ¿Es de veras eso? ¡Y tan de veras! exclamó ella mirándole con ojos de indignación.

D. Prisco se dejó caer de rodillas á su lado, para recoger su último aliento y enviarlo á Dios con el perdón de sus pecados. El capitán, teniendo á su hija desmayada entre los brazos, lloraba como un niño. En aquel momento, el noble hidalgo D. César de las Matas de Arbín se irguió arrogante en medio del campo.

Lo primero que hizo Quevedo fué volver la punta de su espada al suelo, apoyarse en su pomo y descansar; el combate había sido corto, pero reñidísimo, duro, formidable; Quevedo se había visto obligado á resistir los golpes tirados por el puño de hierro del bufón, y sudaba, estaba jadeante. Pero en el mismo punto en que se había apoyado en su espada se irguió y se preparó.

Luego se irguió haciendo resaltar su bella figura escultural. ¡Ole la palma gallarda! ¡Vaya un talle sandunguero!... ¡Suelta esa mata de pelo, gachona!... ¡Vivan las mujeres flamencas! Y entre los gritos y los oles y el palmoteo infernal, Soledad bailó con toda la elegancia y gentileza que ella sólo sabía.

Pero se irguió sobre sus piernas, vació en el bolsillo las monedas que tenía en la mano, se retiró un poco, como los carnívoros cuando van á dar el salto, y se abalanzó hacia su tía. Antes que ésta pudiera defenderse, los diez dedos puntiagudos y como acerados de su contraria estaban sobre su cara, pegados cual si tuvieran un gancho en cada falange.

¡Oh, no! No estaba dispuesta a renunciar tan fácilmente a lo que me llenaba de una satisfacción tan completa. Entonces, ¡al bosque de Illowo! dijo él señalando la mancha azulada que cerraba el horizonte a lo lejos. Hice un signo afirmativo, y di tal latigazo a mi caballo, que éste se irguió y partió dando saltos. ¡Bravo, por la chica de quince años! gritó él detrás de .

Se irguió don Santos; volvió a descargar una palmada sobre el sombrero verde, y extendiendo una mano y dando un paso atrás, exclamó: Nada de violencias... ¡Ábrase a la justicia! ¡En nombre de la ley, abajo esa puerta! ¡Señor don Santos, a la cama! dijo el sereno, ya de vuelta . No puedo consentir que usted siga escandalizando.... Abra usted esa puerta, derríbela usted, señor Pepe.

Palabra del Dia

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