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Actualizado: 20 de junio de 2025


Lo que no había despertado en ella la presencia de don Víctor, lo despertaba la imagen de don Fermín.... Ahora se creía infiel de pensamiento, pero ¡cosa más rara! infiel a un hombre a quien no debía fidelidad ni podía debérsela».

Este proceder tan digno, le obligaba a él a usar de generosidad, no mentando en la conversación el nombre de la infiel, que en sus labios sólo podía ir acompañado de un epíteto injurioso. Pablito no se los escatimaba. Pero él comprendía muy bien que no debía seguirle. Mira, mañana a primera hora, te vas a Sarrió y llevas unas cartas que yo te daré, a Alvaro y don Rudesindo.

Stein parecía ocupado en buscar el modo de hacer la declaración que exigía la amistad del duque. Por fin, levantando pausadamente la cabeza. Señor duque le dijo , ¿qué haríais si la señora duquesa os prefiriese a otro hombre?..., ¿si os fuera infiel? El duque se puso en pie de un salto, erguida la frente y mirando severamente a su interlocutor. Señor doctor, esa pregunta...

D. Alonso no me hizo caso, y aun creo, si la memoria no me es infiel, que sin abandonar su actitud pronunció palabras tan ajenas a la situación como éstas: «¡Oh! Cómo se va a reír Paca cuando yo vuelva a casa después de esta gran derrota. ¡Señor, que el barco se va a piqueexclamé de nuevo, no ya pintando el peligro, sino suplicando con gestos y voces.

La fábula en que se funda La dama presidente, de Leiba, esto es, la de una señora que, disfrazada de hombre, llega á adquirir la importancia suficiente para transformarse en juez de las faltas de un marido celoso con una amante infiel, ha sido desenvuelta dos veces por Lope de Vega en El alcalde mayor y El Juez en su misma causa.

Hará seis años, cuando ella tenía cerca de treinta, logró casarse con el rico labrador D. Gregorio. Nadie la acusa de infiel, pero de que tiene embaucado a su marido, de que le manda a zapatazos y le trae y le lleva como un zarandillo. Es ella tan presumida y tan vana, que cree y ha hecho creer a su marido que no hay hombre que no se enamore de ella y que no la persiga.

Esta infernal astucia nos ha hecho totalmente sospechosos á estas naciones, y muchas veces corremos riesgos de la vida y se nos malogran las empresas, como nos ha sucedido en los viajes por el río Paraguay, en que ningún infiel se quiere fiar de nosotros.

Viendo Zumacaze el caso desesperado y más pesaroso de perder la bienaventuranza sin el bautismo que la vida corporal, volvió su confianza toda á la Santísima Virgen, cuyas alabanzas y poder había oído muchas veces, y por eso la invocaba con frecuencia, diciendo: «Señora mía, creo que sois la verdadera Madre de las gentes, y que la diosa Quipoci es un diablo engañador; creo en y en Jesucristo, y te suplico no permitas que yo muera infiel, para que no me condene eternamente; quitadme esta fiebre, hasta que recibido el santo bautismo, te pueda ir á ver allá en el cielo

Al cavilar así doña Luz se llenaba de vergüenza y temblaba como una azogada y se enojaba contra misma, juzgándose delincuente, loca y hasta infiel. Mientras pasaba esto en el ánimo de doña Luz, don Acisclo repartió entre sus hijos o guardó para los pocos y pobres objetos que el Padre había dejado, y que más habían de conservar como sagrada memoria que por el escaso valer que tuviesen.

El Príncipe, por equivocación, llega una noche al aposento de la verdadera Doña Sol, la cual lo rechaza enérgicamente, como exigía su deber; pero esta conversación llega á oídos de Don Juan, que había venido á hacer una visita secreta á su esposa, y como desconoce el conjunto de circunstancias, causa de esta entrevista, tiene por infiel á su esposa, á la cual acusan las apariencias.

Palabra del Dia

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