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Actualizado: 20 de junio de 2025


17 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación infiel y torcida! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de sufrir? Traédmelo acá. 18 Y Jesús le reprendió, y salió el demonio de él; y el niño fue sano desde aquella hora.

¿Os imaginabais que no sabía por qué habíais huído del castillo durante la noche como una ladrona? replicó victoriosamente la condesa . Ahí, sobre la mesa, está el papel que deslizasteis bajo la puerta de Elena, sirvienta infiel. ¿Queríais libertarla? Es decir, ¿la queríais vender a alguien que os había pagado para traicionarme?

Bocas sin rostro, clamantes, agoreras, pasaban en la obscuridad interior vociferando presagios indescifrables. El no quería escuchar y se burlaba de sus recelos. ¡Estaba tan seguro de su profunda fe religiosa! Aun cuando fuera una infiel, ¿qué importaba? Aquel deleite sería un instante, un guiño de ojo en su vida.

Comen carne dos veces al día, desprecian la gallina del puchero, y prefieren el pollo asado. Pagan el sueldo de un instituidor y un médico comunal, construyen, sin necesidad de levantar empréstitos, un ayuntamiento y una iglesia, y votan a mi espiritual amigo el doctor Veron, en las elecciones municipales. Sus muchachas son preciosas, si no me es infiel la memoria.

Porque, en efecto, le suponía infiel mucho tiempo hacía; sin contar con que Emma, en las meditaciones de sus soledades de alcoba, con el histérico por Sibila, había llegado a concebir al hombre, a todos los hombres, como el animal egoísta y de instintos crueles y groseros por excelencia, no creía en el marido rigurosamente fiel a su esposa; más era, tal ente de razón la parecía ridículo, y se confesaba que ella, en el caso de cualquier hombre casado, no se contentaría con su mujer.

No pudo, sin embargo, presentar ni un solo testigo; pero, Aixa, la infiel, su propia víctima, casi enloquecida por el tormento, en vez de tomar la venganza que se le brindaba tan fácil y terrible, confirmó su relato y su inocencia, acusándole de pérfido cristiano y de mal caballero, que no había sabido respetar la palabra comprometida.

Pero no se trata de esto todavía; se trata de no cortar el camino al perdón, antes de ver si conviene, dando a tu mujer esa puñalada mortal al entrar en su cuarto y gritar: «¡Muera la esposa infielpara que ella conteste: «¡Jesús mil veces!» y caiga redonda. Yo no si diría «Jesús mil veces» pero de que caería estoy seguro. Y ya ves, antes de matarla hay que ver si tenemos derecho para ello.

Cuando la muchacha, aturdida por este parloteo, y dudando si emplear sus ahorros en el gran remedio que le proponía para sujetar al novio infiel, acababa por entregarle dos reales, la gitana prorrumpía en lamentos y súplicas. Reina, añade aunque no sea mas que un realillo. ¡Con esa carita de clavel, y tan agarrá!

Preséntase ésta después y asiste como testigo á las bodas de los nuevos Reyes; pero sus frases confusas dan á conocer la desesperación que le domina, proponiéndose, para vengarse de su infiel amante, casarse á su vez con el Condestable. En el acto segundo se han celebrado ya los dos himeneos. El lugar de la escena es una posesión de campo de Roberto.

Sin duda la infiel, con hipócrita dulzura, habíale instilado en el alma su propia pestilencia. El clérigo de la venta de Cerebros, Mosén Raimundo y el Canónigo Mendoza todos decían la verdad. Comenzó a sentir en torno de su pecho la impresión de una serpiente que le ceñía. Ansiedad nueva y horrible: ¡la brega con el Demonio!

Palabra del Dia

vorsado

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