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Actualizado: 10 de junio de 2025
«Vamos á enterarnos de cómo ha pasado la noche», se dijo. Abrió la puerta, miró al interior de la habitación, é hizo un gesto de asombro. No había nadie en ella; la cama, con sus ropas en desorden, estaba vacía. El español quedó pensativo. Primeramente se imaginó que Federico, no pudiendo dormir en toda la noche, habría salido á dar un paseo al apuntar el alba.
El 25, caminando de esta jornada, llegamos á la rancheria del famoso General de los Chunipíes, Sinipés y Malbaláes, Antecapibax, á quien encontré con sus dos valerosos capitanes, Chinchin y Guanchil, y habiéndoles hablado sobre su conversion, me diò á entender dicho General el deseo de su conversion, y cuanto placer habia tenido de conocer al español, y haber tratado á su amigo, el General Arias; y que hacia muy poco habia mandado mensage acerca del sitio de su reduccion, avisándole de su grave enfermedad que habia padecido, en la que imaginó morir; pero que el Dios de los cristianos le habria otorgado tiempo para cumplir sus deseos: que él y las tres naciones de su mando estaban prontos á cumplir su escritura.
Era hombre á propósito para hallarse al frente de una comunidad que debe su origen y progreso, y su actual desarrollo, no á los impulsos de la juventud, sino á la severa y templada energía de la edad viril y á la sombría sagacidad de la vejez; habiendo realizado tanto, precisamente porque imaginó y esperó tan poco.
Por la figura y el modo de andar, más que por el traje, pues las aldeanas se visten generalmente de la misma manera, imaginó que era Rosa. Aceleró el paso y, acercándose más, pudo cerciorarse de que no se había equivocado. Entonces corrió sobre la punta de los pies, para no hacer ruido, hasta colocarse detrás de ella, y la sujetó suavemente por los hombros.
Preguntaban á Newton en cierta ocasión: ¿Cómo ha llegado usted á descubrir la ley de la gravitación? A lo que el sabio respondió modestamente: «Pensando en ello». Si los novelistas pensasen más en la perfección de sus obras y menos en ostentar á todo trance las cualidades de que se creen poseedores, ó en producir ruido, imagino que aquéllas serían más bellas y duraderas.
Roger, cansado de cuerpo y espíritu, cayó pronto en profundo mas no sosegado sueño y se imaginó presenciar ruidoso aquelarre en el que figuraban, á vueltas con sendas brujas y trasgos, juglares, pordioseros, monjes, soldados y los muchos y muy curiosos tipos congregados aquella noche en la posada del Pájaro Verde.
Sintió dentro de su ser algo que se desgarra y cae. Había olvidado por completo que llevaba consigo el cuerpo divino del Redentor. Le pareció una cosa tan extraña, tan fuera de la realidad eterna que veía y palpaba, que imaginó estar soñando. Y sin saber de qué antro oscuro de su ser venían, le acometieron unas ganas feroces, impías, de soltar la carcajada. ¿Qué comedia era aquélla?
V. imaginó que yo iba á matar en mi alma todo remordimiento, toda vergüenza, toda idea del deber á que había faltado, todo temor de Dios, todo respeto á mi honra, todo sentimiento amargo de su pérdida, todo miedo á las penas del infierno, todo aguijón en la conciencia. Se equivocó V., y por eso le parecí insufrible.
¡Mira, lee tu carta... y déjame en paz! En mi cuarto, a solas, leí la carta de Lanilla. «Rodolfo mío: «En vano habrás esperado mi contestación, y ya me imagino tu impaciencia al no recibir noticias mías. Papá ha estado enfermo. Cosa de nada, es cierto, pero nos tuvo muy inquietas, y de más a más el mozo no ha ido a Villaverde.
A veces imagino que la cigüeña vino de la India, donde pasó el invierno, y que los versos son obra de algún brahman, Rajá o nababo muy ilustrado, y, a veces, sospecho que bien puede ser algún erudito compatriota nuestro quien compuso los versos y quien colgó la tela al cuello de la cigüeña para embromar al que la encontrase.
Palabra del Dia
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