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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Imaginó que el insolente rapaz a quien había reprendido era el vivo retrato de D. Jaime, su difunto esposo; y yendo más adelante en aquellas cavilaciones, se dio a recelar o a sospechar que las hadas benéficas, o algunos otros seres o genios sobrenaturales, para premiar sus largos años de rígida viudez, le devolvían con vida al esposo a quien habían tenido durante todo aquel tiempo encantado y oculto en un mágico submarino alcázar, no ya conservándole joven, sino poniéndole más joven y más gallardo de lo que antes era.
A lo cual el renegado, sin aguardar que Zoraida le respondiese, le respondió: ''No te canses, señor, en preguntar a Zoraida, tu hija, tantas cosas, porque con una que yo te responda te satisfaré a todas; y así, quiero que sepas que ella es cristiana, y es la que ha sido la lima de nuestras cadenas y la libertad de nuestro cautiverio; ella va aquí de su voluntad, tan contenta, a lo que yo imagino, de verse en este estado, como el que sale de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida y de la pena a la gloria''. ¿Es verdad lo que éste dice, hija?, dijo el moro.
Cuando resolvió su viaje a la corte, no imaginó tener que consagrarse a esta obra: otros eran sus propósitos y él solo los sabía; mas ya que la Providencia le mostraba la mala yerba en su camino, debía arrancarla, aunque fuera al paso y sin distraerse de su objeto principal. ¡Deber juntamente grato y penoso el salvar a sus padres y hermanos de la condenación eterna!
Tristán, que le admiraba de corazón y estaba muy pagado de su predilección afectuosa, comenzó luego que se hubo emparejado con García a cantar sus alabanzas. ¡Qué poeta, amigo mío! ¡Qué fantasía! ¡Qué vena fácil, armoniosa, fresca! Jamás se han escrito en español ni imagino que en idioma alguno unos versos más melodiosos.
Luego imaginó abordarle ella misma en la calle y rogarle con pocas palabras frías y desdeñosas que no la molestase más. Cuando llegó la ocasión no se atrevió a hacerlo, aunque no pecaba de tímida: el trance le pareció grave.
Me imagino que debe tener encima algún pago que no puede hacer. ¡Pobre muchacho! dijo el anciano, e hizo chasquear su lengua, sin duda para desechar ese pensamiento desagradable. ¡Sí, pobre muchacho! repuso ella en tono burlón. ¿Todavía lo compadeces, quizá? ¿Eres capaz de haberle dado otra vez algo a hurtadillas?
Antes de la calumnia en esa pobreza del hombre amado estribaba precisamente el amor de Paz: le creía exento de todos los defectos que desarrolla y acrecienta el oro. Después de calumniado, imaginó verle poseído de cuantas malas pasiones trae consigo el ansia de riqueza.
Tus razones alivio han dado en parte, Famoso Duero, á las pasiones mias, Solo porque imagino que no hay parte De engaño alguno en estas profecias. Bien puedes de eso, España, asegurarte, Puesto que tarden tan dichosos dias, Y á Dios, porque me esperan ya mis Ninfas. ESPA
Antoñona imaginó que el coloquio y la explicación, que ella deseaba que tuviesen su niña y don Luis, requerían sosiego y que no viniesen a interrumpirlos, y así determinó que aquella noche, por ser la velada de San Juan, las chicas que servían a Pepita vacasen en todos sus quehaceres y oficios, y se fuesen a solazar a la casa de campo, armando con los rústicos trabajadores un jaleo probe de fandango, lindas coplas, repiqueteo de castañuelas, brincos y mudanzas.
Cuentan profundos doctores que hubo otros tiempos mejores yo no sé cuándo sería en que el hombre en paz vivia sin penas y sin dolores. Yo, Mercedes, imagino que esto es cuento y nada más, pues del mundo en el camino, de ese tiempo peregrino ninguna huella verás. Mas, cuando me lo dijeron, pensando en los que vivieron aquella edad de ventura, exclamé con amargura: «¡Qué desventurados fueron!»
Palabra del Dia
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