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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Uno de los libros que con frecuencia y gusto leía doña Inés era el que escribió el iluminado y extático varón fray Miguel de la Fuente acerca de Las tres vidas del hombre. De aquí que no titubease doña Inés en compaginar que tenía tres vidas. Yo también lo imagino, y casi me atrevo a darlo por seguro.

Se imaginó una reunión de jóvenes de largos cabellos, ante la que él demostraba, con voz firme y tranquila, su inocencia. Todo era claro, convincente. Las frases se seguían en un orden perfecto, como fórmulas matemáticas unidas por signos de igualdad. «De esta suerte, señores, podrán ustedes advertir...» Con una dignidad severa se pone bien las gafas y sonríe despectivamente.

El lecho, que era un poco endeble y de no firmes fundamentos, no pudiendo sufrir la añadidura del arriero, dio consigo en el suelo, a cuyo gran ruido despertó el ventero, y luego imaginó que debían de ser pendencias de Maritornes, porque, habiéndola llamado a voces, no respondía. Con esta sospecha se levantó, y, encendiendo un candil, se fue hacia donde había sentido la pelaza.

Si es, como imagino, juramento promisorio, requeríais «juicio de discusión», como lo apellida Santo Tomás; es, a saber: el claro discernimiento de lo que hacíais; y éste os faltó, puesto que estabais queriendo tomar a Dios como cómplice de un delito contra su Iglesia.

Creyó, como nunca, con más vehemencia que nunca, que aquel hombre y su Cristo muerto se parecían. Imaginó, o vio en efecto, que el Padre, inmóvil, sentía y comprendía allá en su interior, y que la miraba haciendo un esfuerzo para dominar aún, con el brío de la voluntad, los nervios y músculos inertes que ya no le obedecían.

-Por Dios, señores míos -dijo don Quijote-, que son tantas y tan estrañas las cosas que en este castillo, en dos veces que en él he alojado, me han sucedido, que no me atreva a decir afirmativamente ninguna cosa de lo que acerca de lo que en él se contiene se preguntare, porque imagino que cuanto en él se trata va por vía de encantamento.

No ves, me dixo Apolo, que consigo No está Ledesma ahora, no ves claro Que está fuera de , y está conmigo? A la sombra de un mirto, al verde amparo GERONIMO DE CASTRO sesteaba, Varon de ingenio peregrino y raro. Un motete imagino que cantaba Con voz suave; yo quedé admirado De verle alli, porque en Madrid quedaba.

No, muchachito.... ¿Qué cosa? Lo que dice «La Voz». No; no quiero leer esos disparates. Ya me imagino lo que dirán. Pero la curiosidad pudo más en el dómine que el desprecio con que miraba a sus rivales. Después de un rato de silencio me dijo: ¡Dame ese papasal! El anciano se caló las gafas, se compuso en el asiento, y principió a leer el artículo editorial. No, a la vuelta.

Cuando el matrimonio estuvo convenido por ambas partes sin obstáculos, la joven se imaginó que todo esto no había pasado regularmente y que la historia de su vida no estaba completa, que le habían cercenado el primero y más interesante de sus volúmenes; y haciendo justicia a las buenas cualidades de Fernando, veía aproximarse tranquilamente una dicha que nada le había costado.

Pero imagino que ésta, como otras muchas de las sátiras locales, era personal, y más bien una reflexión sobre la bajeza del medio que sobre la inmoralidad del fin. Fuera de esta chistosa excepción, nadie molestó al beodo.

Palabra del Dia

bagani

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