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Actualizado: 10 de junio de 2025
Mas no siendo la cosa bien pensada, Sucede contra el voto, y lo pensado, Y luego se atribuye al triste hado. El buen hado es Divina Providencia, Servir el hombre á Dios con mucho tino, Poner en todas cosas diligencia, Y no faltar en medio del camino. Si Salazar tuviera la advertencia Que aquí digo, bien cierto yo imagino Que no murieran nueve, que pensando No haber peligro, iban caminando.
Había declarado que no se servía de su arma habitualmente; pero ¿quién sabe de lo que es capaz un torpe dominado por el miedo? Lo menos que podía hacer, era despertar á todo el castillo. ¡Y entonces, escándalo, lucha, prisión acaso! En un momento, el cerebro sobrexcitado de Herminia imaginó muchos dramas. Bobart venía, sin embargo, muy pacíficamente.
Mas ya imagino Que habrá por qué. NU
¿Es no poder cansarse de oír y ver a esta persona? ¿Es cesar de vivir cuando ella no está presente, para revivir en el acto que reaparece? ¡Oh, oh, es un gran amor ese! ¡Pues bien, ese es el amor con que yo sueño! ¿Y es ese el amor que no llega? Absolutamente... hasta ahora. Y, sin embargo, existe la persona que yo prefiero a todos y a todas... ¿Sabéis quién es? No, no lo sé... pero lo imagino...
De este celeste Amor imagino y pretendo yo estar herido. ¿En qué contraría, en qué desluce o esteriliza semejante enamoramiento el propósito que pudo tener el Padre Ambrosio al remozarme?
Apenas los divisó don Quijote, cuando se imaginó ser cosa de nueva aventura; y, por imitar en todo cuanto a él le parecía posible los pasos que había leído en sus libros, le pareció venir allí de molde uno que pensaba hacer.
Este don Quijote, o don Tonto, o como se llama, imagino yo que no debe de ser tan mentecato como Vuestra Excelencia quiere que sea, dándole ocasiones a la mano para que lleve adelante sus sandeces y vaciedades. Y, volviendo la plática a don Quijote, le dijo: -Y a vos, alma de cántaro, ¿quién os ha encajado en el celebro que sois caballero andante y que vencéis gigantes y prendéis malandrines?
Siguió hablando el doctor bajo la mirada vaga de Nélida, que no entendía gran cosa de la conversación de los dos hombres. Yo me imagino, che, lo que debieron sentir aquellos españoles al distinguir la primera isla... La alegría con que Rodrigo de Triana, el marinero de Colón, debió lanzar el grito de «¡Tierra!».
Callé, porque no quise hacer injuria a las mujeres de mi país; pero no me pareció descaminada del todo aquella idea. Isabel consiguió que Gloria fuese alguna vez a la tertulia de las de Anguita, hacia las cuales seguía mostrando antipatía. Imagino que vino en ello por el gusto de demostrar su triunfo a Joaquinita, pues aún no se le habían desvanecido los celos por completo.
Ya me la imagino, desaseada, inmunda. Señora Francisca ya no está para fiestas, y mi deber, mi obligación es estar allá, con el santo anciano que tanto necesita de quien le vea y le mime. Bueno, es cierto, hago falta allá... pero... aquí ¿quién cuidará de tu tia? ¿Doña Pepita? La pobrecita ya no puede.... Sólo de pensar en eso me apeno y me aflijo.
Palabra del Dia
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