Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 23 de junio de 2025
Gonzalo agradeció el piropo con una sonrisa, sin darse por vencido. El instinto, que en él era poderoso, más que la inteligencia, le decía que sí, que era posible aquella aberración. Sin embargo, no quiso discutir, porque le humillaba defender tal supuesto, aunque fuese delante de su cuñada.
Su abultado seno trepidaba saltando, como vejiga de payaso. Todo es de la señora, já, já... dijo grotescamente López queriendo tornar en burlas afirmación que tanto le humillaba . Después hablaremos de eso; pero ahora, dígame la reina por qué estaban aquí otra vez los sacripantes negros. Porque yo les llamó ¿estamos?... porque me gusta el sermón y quise dar para las ánimas.
Leopoldina comenzó a alborotar, conmovida a su manera, gritando que aquellos indecentillos eran unos ángeles del cielo, unos santos chiquititos a quienes era necesario venerar, y que en cuanto llegara a la corte había de enviarles a cada uno un par de medias negras, hechas por sus propias manos, con el estambre más fino que pudiera hallarse... Riéronse todos; Currita callaba, sin embargo, sintiendo un extraño enternecimiento que la humillaba y que se apresuraba por lo mismo a combatir, oponiendo a su benéfico influjo el parapeto del orgullo, del inquebrantable orgullo, que viene a ser en el alma como la fortaleza del mal... Aquellos tres novicios, aquellos tres Pedros Fernández en embrión, humillándose por caridad a una mendiga, hiciéronle comprender que aquel otro Pedro Fernández habría podido imponérsele por deber a ella, orgullosa Grande de España, y una luz súbita, semejante a la de un relámpago que ilumina a la vez que aterra, hízole ver claramente lo que antes sospechaba: que aquella carta, que aquella ofensa no venía de un desconocido, de un pobre fraile, de un Pedro Fernández; porque aquella puerta primera que se le cerraba en la vida, no era la puerta de Loyola, era la puerta de Dios...
Confieso que he querido vengarme de este desprecio, y aun convertirlo en acto de aprecio, haciendo sentir a vuecencia que valgo más de lo que imagina. Ahí está tu equivocación, Juanita dijo don Andrés . Yo no he creído que te menospreciaba y que te humillaba al requebrarte. Sobre poco más o menos, tan plebeyo soy yo como tú y tan humilde es mi cuna como la tuya.
Los griegos iban contra los turcos, gente de muy distinta raza, civilización y creencias religiosas; y los griegos, cuya historia es gloriosísima y antigua, como del pueblo iniciador de la cultura humana, creador del arte, de las letras y de las ciencias de Europa, trataban de romper las cadenas con que los humillaba otro pueblo, rudo y bárbaro, venido del Norte del Asia, y de harto menos nobles historia y origen. ¿Qué tiene que ver esto con los españoles y los cubanos, ya que los últimos, si no son españoles ó negros, no son nada?
Y otras frases por el estilo que indicaban que la fiel esposa volvía por la dignidad de su marido con más cuidado que él mismo. En cambio, ella se humillaba la pobrecilla y siguió padeciendo los desdenes de su madre y de su hermana sin quejarse. Mario no pudo resistir la tentación de pasar aquella mañana por delante de la casa. Los balcones estaban cerrados y no vio a nadie.
Pero otras veces, las más, era el recuerdo de sus sueños de niño, precoz para ambicionar, el que le asaltaba, y entonces veía en aquella ciudad que se humillaba a sus plantas en derredor el colmo de sus deseos más locos. Era una especie de placer material, pensaba De Pas, el que sentía comparando sus ilusiones de la infancia con la realidad presente.
He hecho lo imposible por no ser un melancólico, porque nada hay más ridículo que eso, en cualquier edad, pero sobre todo en la mía; pero hay en el alma de ciertos hombres no sé yo qué especie de bruma elegíaca siempre dispuesta a condensarse en lluvia sobre las ideas. ¡Tanto peor para quienes nacieron entre las nieblas de octubre! añadió sonriendo a la vez por lo pretencioso de la metáfora y por lo que en el fondo le humillaba aquella enfermedad congénita.»
En poco tiempo llegó a ser el hombre de confianza del célebre especulador, el alma de la casa. Su laboriosidad humillaba a todos los demás empleados y de ella se servía Salabert para cargarlos de trabajo en horas excepcionales.
Sin saberlo, el Marquesito le hacía daño cada vez que le hablaba de tal asunto y le proponía planes de ataque y medios para entrar en la plaza por sorpresa. «¿Cuándo había necesitado él, Mesía, socorros por el estilo? ¿Cuándo había permitido a nadie saber el cómo y a qué hora vencía a una mujer?... ¡Y esta señora le humillaba así! ¡Cómo se reiría de él Visita, aunque lo disimulaba; y el mismo Paco! ¿qué pensaría? ¡Ah Regenta, Regenta, si venzo al fin!... ¡ya me las pagarás!». Pero ya no esperaba vencer; lidiaba desesperado.
Palabra del Dia
Otros Mirando