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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Aquella mirada la resistían pocos; a unos les daba miedo, a otros asco; pero cuando algún audaz la sufría, el Magistral la humillaba cubriéndola con el telón carnoso de unos párpados anchos, gruesos, insignificantes, como es siempre la carne informe.

5 Y vio Amán que Mardoqueo ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira. 7 En el mes primero, que es el mes de Nisán, en el año duodécimo del rey Asuero, fue echada Pur, esto es, la suerte, delante de Amán, de día en día y de mes en mes; y salió el mes duodécimo, que es el mes de Adar.

Pudiera ofrecer reparos a la de Hornero, pero a la de Pepito, no. La seguridad de no poder llegar jamás, por mucho que le imitase, al grado excelso de elegancia, despreocupación, valor desdeñoso y hastío de todo lo creado, que caracterizaba a su admirado amigo, le humillaba, le hacía desgraciado. Esperanza había puesto el dedo en la llaga que minaba su preciosa existencia.

Una levísima señal de descontento de D.ª Carmen bastaba para confundirla y sumirla en el más acerbo dolor. Aquella criatura tan altanera, que había llegado a hacerse odiosa a todos, se humillaba con placer intenso, a su madrastra. Era su humillación la del místico que se postra por una necesidad invencible del espíritu.

Conmigo, que he sabido levantarme á vuestros ojos fuerte como un león. Conmigo, comadreja del alcázar, que puedo perderos. El duque no estaba en estado de regatear, ni aun podía defenderse; lo que le sucedía, le tenía aterrado; y lo que más le humillaba era verse obligado á ayudar los amores de su querida. Haré, haré lo que pueda dijo al fin.

Se humillaba Ana a los designios de Dios, pero no por esto desaparecía el disgusto de misma, ni el valor para seguir la lucha se recobraba.... Contribuían estos desfallecimientos nocturnos a contener los progresos de la piedad, que el Magistral procuraba despertar con gran prudencia, temeroso de perder en un día todo el terreno adelantado, si daba un mal paso.

Y él, convencido de su éxito, se empequeñecía, se humillaba ante el oficiante, como un simple acólito, mirando algunas veces al público con el rabillo del ojo para que no perdiese ni el más pequeño detalle de su religiosa abnegación.

¿Pregunta su mersé por er Naranjero? interrumpió la solícita esposa . Pues no tiene más que torser a la derecha, saliendo de aquí; toma la callesita primera... El guitarrista la atajó de mal humor, mandándola callar. No se trataba de ir yo en persona a casa del Naranjero, sino de enviarle una tarjeta... Todo aquello me humillaba cada vez más.

Hablaba con gran firmeza y aplomo, no parecía tonto, y mostraba cierta superioridad que me humillaba, aunque yo no fuese lo que estaba aparentando.

Aquel caballero filósofo, que se había burlado siempre de los bajos temores, y para quien el riesgo diario de las aventuras había sido la mejor espuela del ánimo, humillaba ahora su frente, cargada de miedo, y temblaba de una nada, de una visión, de una sombra. El anochecer era la hora terrible.

Palabra del Dia

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