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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Y era tanta la ligereza, la volubilidad de su divagación, que le pareció subir oscilando, suavemente, como la Virgen, bajo una claridad de gloria. La trajo a la realidad, de pronto, un gemido de Raquel. Acudió corriendo, sobrecogida por una compasión inenarrable. Encendió la luz.

no debes hablar así, respondió la madre suprimiendo un gemido. El Padre Celestial nos ha enviado á todos á este mundo. Hasta me ha enviado á , tu madre; y con mucha mayor razón á . Y si no ¿de dónde has venido , niña singular y caprichosa? Dímelo, dímelo, repitió Perla, no ya con su carita seria, sino riendo y dando brinquitos en el suelo. eres quien debes decírmelo.

4 Y también establecí mi pacto con ellos, que les daría la tierra de Canaán, la tierra en que fueron extranjeros, y en la cual peregrinaron. 5 Y asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mi pacto.

Al instante mismo Fabrice oía un gemido, y Beatriz, saliendo de las sombras, se echó a sus plantas, sobre la arena de la avenida. ¡Te suplico, Beatriz! le dijo en tono de dulce reproche procurando levantarla. ¡Ah! exclamó la sin ventura a través de sus lágrimas , ¡el Cristo perdonó!

Dechard, blasfemando, saltó hacia atrás, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que iba a hacer, dirigió su arma contra el Rey, que cayó lanzando un doloroso gemido. El ágil espadachín me hizo frente otra vez, pero al volverse resbaló en el charco de sangre inmediato al cadáver del médico, y cayó al suelo.

La consabida mujer le salió al encuentro, después de haber tendido otra vez en el suelo su mantilla, y aceptó con cierta solemnidad la jarra y el vaso que el marinero le ofreció; en seguida colocó éste el pan y el queso sobre la mantilla, y sacó del bolsillo una navaja; calló de repente la concurrencia, lanzó el quinto gemido la mujer del glorificado, relamiéronse con fruición sus tres hijos, y la que tenía la jarra llenó con admirable pulso, hasta los bordes, el primer vaso de aguardiente.

Ambos avanzaban impávidos al través de la noche y la lluvia, presagiando la muerte. Siguieron un buen trecho a lo largo de la muralla y al llegar a la carretera de Sarrió tomaron por ella. No habían andado cinco minutos cuando oyeron cerca un gemido. Pararon en firme, y acercándose al pretil distinguieron un bulto; se aproximaron un poco más y vieron sentada una niña.

Ambos aguzaban su oído. «Ya no se oye nada observó Deogracias, poniéndose más estúpido . Se han ahogado...». No sabía el muy bruto la puñalada que daba a su ama con estas palabras. Jacinta, sin embargo, creía oír el gemido en lo profundo. Pero aquello no podía continuar. Empezó a ver la inmensa desproporción que había entre la grandeza de su piedad y la pequeñez del objeto a que la consagraba.

En la comparsa de las señoras había una chica poseedora de bien timbrada voz y de muchísimo donaire para las coplas propias de la ciudad, tan distintas de las rurales, que al paso que en éstas las vocales se alargan como un gemido, en las otras se pronuncian brevemente, produciendo al final de algunos versos una inflexión burlesca: En el medio de la mar Suspiraba una ballenaú Y entre suspiros deciaú Muchachas de Cartagenaú.

32 Yo Soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Mas Moisés, temeroso, no osaba mirar. 33 Y le dijo el Señor: Quita los zapatos de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. 34 He visto, he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído el gemido de ellos, y he descendido para librarlos. Ahora pues, ven, te enviaré a Egipto.

Palabra del Dia

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