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Doña Rebeca seguía avanzando hacia la infeliz; le echaba encima su aliento fatigoso y le escupía en la cara los insultos. Te aborrezco, usurpadora, infame; que no puedes ver a mi hija porque es mejor nacida que , y más guapa y más rica.... Dió un manotazo furioso encima del bastidor, que rodó por el suelo. La débil madera del telar había gemido rota.

La fundó un quinto abuelo de doña Rebeca, que murió en un manicomio y que dejó lastimosa descendencia de locos y suicidas. Desde entonces siempre se habían oído en ella gritos frecuentes, carreras y estruendos; siempre habían gemido las puertas, estremecidas por violentos impulsos, en el fondo oscuro de los corredores.

Levanta una mano invisible la cortina del cuarto de la enferma y vuelve á caer sin que nadie haya entrado. ¡Un gemido!... La enferma acaba de morir. Es la muerte que ha llegado hasta su cama atravesando todos los obstáculos; la Intrusa, para la que no hay puertas, que avanza invisible, haciendo sentir en torno su oculta presencia.

Su risa era franca, pero despertó un eco tan extraño en la pequeña casa escuela y pareció tan inconsecuente y discorde con el gemido de los pinos del exterior, que a ella siguió un suspiro, tan sincero, a su manera, como la risa anterior. Sucediose un momento de grave silencio, que el maestro fue el primero en romper, preguntando a Melisa por su padre.

¡Obscura está la maldita noche! exclamó una voz penetrante. Era Ruperto Henzar, que un momento después se halló frente a mis compañeros. Inmediatamente sonaron varios tiros y me adelanté seguido de Sarto y Tarlein. ¡Mata, mata! aullaba Ruperto, y un gemido me anunció que el bribón daba el ejemplo a su gente. ¡Estoy perdido, Ruperto! exclamó al caer uno de los que le seguían.

Había concluido su misión. ¿Lo invadió, además, el desencanto profundo de los que llegan a la meta, y allí, fría el alma, repiten el triste gemido del salmista?

Es un ángel del hogar, que sabiamente interpreta en su modo de pensar la vital filosofía, y en su modo de sentir el suspiro de Julieta, el gemido de Desdémona y el delirio de Lucía. Ama su honra más que el brillo del oro resplandeciente, porque su honra constituye el tesoro solamente de su vida tan serena cual la hora matutina;

«Compatriotas! se acerca el fausto dia, «De ventura, de paz y de alegria, «De vivir ó morir: «Despues que revolquemos en la tierra «Al tirano feroz, no habrá mas guerra «Y se podrá vivir. «Soldados! un antiguo veterano «Que esta bandera sustentó en su mano, «Os convoca á la lid. «Insensibles sereis á su llamado, «Y al gemido doliente y prolongado «De la Patria infeliz? «Como serlo!

Al cabo de algunos minutos volvió en , paseó a su alrededor la confusa mirada, fijándola luego sobre su marido, y un sordo gemido, con el movimiento súbito de sus manos para cubrir los ojos, atestiguaron que volvía a la vida, que recobraba la posesión de la terrible realidad. Beatriz, si una explicación te es demasiado penosa en estos momentos, la aplazo. ¡Oh, no... en seguida! murmuró ella.

¡Pedro! ¡Pedro! un solo esfuerzo. El moribundo hizo un esfuerzo desesperado para hablar y no pudo; levantó la cabeza, dejó oír un gemido gutural, y luego su cabeza cayó inerte sobre la almohada. Había muerto. Desde que don Francisco de Quevedo se resignó á esperar, pensando, al duque de Lerma, hasta que apareció el duque, pasaron muy bien dos horas.