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Actualizado: 28 de junio de 2025
Mazzini explotó a su vez: ¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora! Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas.
Declararse extenuada, era abrirme su corazón a dos manos y mostrarme el mal que en él había hecho yo. No lanzó ni un gemido de angustia. Se desplomó desfallecida. Un día le dije: Me ha curado usted, Magdalena; ya no la amo. Ella se quedó parada, se puso horriblemente pálida y vaciló como espantada por una maldad que la penetraba hasta el fondo del alma.
Se siente ese silencio del mar lleno del gemido agudo del viento, del grito áspero de las gaviotas, de la voz colérica de la ola, que va en aumento hasta que revienta en la playa y se retira con el rumor de una multitud que protesta.
Tales fueron las impresiones que yo experimenté en día semejante y que me inspiraron las siguientes estrofas: ¡Oh! Cuando toca la campana lentamente. Esparciendo sobre el valle su voz parecida a un gemido. Diríase que es la mano de un ángel quien la mueve. Y que entre la brisa nocturna, derrama sobre la tierra cuanto en él hay de divino. Cuando huyen del campanario las negras golondrinas.
Sólo alguna que tardía cruza tristemente el aire, á buscar allá en la aldea nido donde refugiarse, exhala un débil gemido triste, dulce, inexplicable; tal vez un adios al dia que no volverá á alumbrarle, tal vez murmullo de pena al verse sola y errante. Y pasa cual leve bruma que en sí misma se deshace, y entre la sombra se pierde desvanecida su imágen.
Allá arriba no llega más que una queja, un gemido que asciende desde la llanura donde viven los hombres. Un día que, sentado en una tranquila cima, con hermoso cielo, veía yo una tormenta que se agitaba con furor en la base de la montaña, no pude resistir al llamamiento que parecía dirigirseme desde el mundo de los humanos. Bajando por una vereda convertida en arroyo, saltaba de piedra en piedra.
Pestañeó la niña dos o tres veces, y luego cerró los ojitos, mientras su madre no cesaba de arrullarla con una nana aprendida del ama, una especie de gemido cuya base era el triste, ¡lai... lai!, la queja lenta y larga de todas las canciones populares en Galicia.
Silencio horrible por do quiera reina: Enmudeció el frenético alarido, Y solo se oye el fúnebre crujido Del lazo palpitante entre los dos; Mas derrepente resonó un gemido Dos espirales al formar el lazo, Y cada cual llevando su pedazo Envuelto en él al polvo descendió . Mi caballo era mi vida, Mi bien, mi único tesoro. Juan M. Gutierrez.
Toda la ciudad, mi tía, toda la ciudad. ¿Las tropas? Sí, mi tía; toda la guarnición con la música. La señora de Saint-Cast hizo oir un gemido y agregó: ¿Y los bomberos? Los bomberos también, mi tía, sin duda alguna.
Lloro por mi señor y por el valiente Simón Aluardo, y no sé cómo atreverme á comunicar la pérdida del primero á la baronesa y á su hija, suponiendo que no tengan ya noticia de su desgracia. ¡Ay de mí! exclamó Tristán dando un gemido que espantó á los caballos. Duro es el trance en que os véis y también yo lamento la muerte de ambos.
Palabra del Dia
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