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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Por lo general viene a Madrid recomendado a D. Aureliano Fernández Guerra o a Barrantes, a quienes admira de buena o de mala fe, que eso no importa, y les lee unos cuantos sáficos adónicos y algunas espinelitas: los académicos se dignan decirle que es muy «donoso y maleante», y que sus composiciones están llenas de «sentencias briosas y sales irónicas». Abroquelado con este juicio nuestro mosquito, da algunas lecturas en la Juventud Católica y publica varios fragmentos en La defensa de la Sociedad, hasta que, por consejo de sus amigos académicos, deja repentinamente de zumbar.
¿Qué es lo que hay? inquirí ansiosamente. ¿Puedo saberlo? Y me acerqué adonde ella estaba. No respondió con firmeza, colocando el documento detrás. ¡No! ¡Ni usted debe conocer esto! Y con una rapidez pasmosa lo hizo pedazos, arrojando los fragmentos al fuego antes que yo pudiera salvarlos.
Las vigas del techo están ennegrecidas por el humo, y sobre al suelo sin alfombras ni tarimas, hay algunos ladrillos rotos en mil pedazos, en cuyos fragmentos se conocen las señales de los clavos que llevaban en los zapatos los campesinos, cuando convirtieron en sala de baile esta habitación.
El príncipe oyó fragmentos de sus comentarios: «Un pobre que vivía milagrosamente... La más leve emoción... Esa mujer...» Más allá del grupo correteaban los guardias del jardín transmitiéndose órdenes. Habían aparecido los bomberos, aquellos bomberos que, según el rumor público, se filtraban mágicamente á través de los muros del Casino para llevarse á los jugadores caídos en las salas.
Alrededor se funde y se evapora el hielo y aquellas piedras llegan á formar pilares que parecen crecer, brotando del suelo como columnas de mármol, hasta que una por una acaban por debilitarse y romperse bajo el peso, y todos los fragmentos que sostenían caen con estrépito para empezar al otro día igual evolución.
Hacia la calle de Alcalá se oía el cascabeleo de los ómnibus que iban al apartado de los toros, y andando despacito por el paseo, inundado de sol, venía el borriquillo con sus serones llenos de macetas, escuchándose gritar de rato en rato al mocetón que lo guiaba: el tieestóo de claaveles doobles... Quien se acercase a los corros podía oír fragmentos de conversaciones y notar, tal vez, que algunos de los que hasta allí acompañaron a su mujer o su hija defendían las ideas del siglo con palabras impregnadas de impiedad moderna.
De repente veo delante de mí la muralla, un bastión, la puerta de la ciudad cerrada. Entonces, alucinado, sintiendo detrás de mí rugir la turba, abandonado de todo socorro humano, me acordé de Dios. Creí en él, gritándole que me salvase: y mi espíritu iba tumultuosamente recordando, para ofrecerle fragmentos de oraciones, de «Salves, Credos», que yacían en el fondo de mi memoria.
Su Mezquita: 417. Abandono y ruina lenta de estos palacios: 418. Cómo se fué paulatinamente olvidando la memoria de esta maravillosa poblacion: 419. Sus ruinas existen en la dehesa de Córdoba la vieja: carácter de los fragmentos que hemos recogido en ellas: 422. CAPÍTULO VI Y ÚLTIMO. La Sierra y la Campiña. 426
Al ser entregado el cuerpo de la madre Shipton a la nieve, don Jorge llamó aparte al Inocente y le mostró un par de zuecos para nieve, que había fabricado con los fragmentos de una vieja albarda. Hay todavía una probabilidad contra ciento de salvarla; pero es hacia allí añadió señalando a Poker-Flat. Si puedes llegar en dos días, cantaremos victoria. ¿Y usted? preguntó Tomás.
Efectivamente, eran muy bellos los fragmentos que me recitaba, y sentía prisa por posesionarme de mi obra maestra. Al día siguiente, al llegar al jardín de la corte, sorprendiome extraordinariamente el encontrar cerrada la sala de las colecciones. La ausencia del museo era tan extraña en el coronel, que corrí a su domicilio con una vaga inquietud.
Palabra del Dia
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