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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Los compañeros le recibieron con irónicas ovaciones. ¡Homero! ¡Ya está aquí el gran Homero!... ¡Salud al ilustre «tabarrista»! Y le preguntaron si traía como fruto de su soledad algún artículo de los que sembraban el pánico en los suscritores. Algunos de la redacción le habían visto paseando con Feli por el Retiro.
Se habían prometido pasear juntos en alguna noche así; pero Zoraida lo impidió siempre y hasta hizo frases irónicas, delante de los tíos, sobre el romanticismo de los chicos que todavía no saben pizca de amor. Laura le seguía suplicando y le juraba, por la memoria de nuestra madre, que él era bueno, que ni por la imaginación se le ocurría una mala idea.
La que había escrito aquellas líneas tan mesuradas, tan finamente irónicas, parecía bien determinada a persistir en su resolución; ni un arrebato que revelase cólera de celos, ni reproches exigiendo explicaciones, ni emplazamientos de ninguna clase. Evidentemente no le despedía con la secreta esperanza de atraerlo. Estaba sorprendido, y no comprendía aquel carácter de mujer.
Narcisa, en cambio, le ponía una cara feroz y le zahería con irónicas frases, que alcanzaban con su acritud a la niña de Luzmela. Pasaba Salvador grandes fatigas en aquellas ocasiones; pero las soportaba con resignación y hasta con alegría, compensado por el incomparable placer de hablar a Carmen y de mirarla.
A veces una cascada de notas irónicas y risueñas cortaba el canto, después la estrofa volvía, tierna, honda, cual un gemido, elevándose hasta los cielos, negros ya como la tinta. Lucía escuchaba, y el convoy, despacioso, hacía el bajo, sosteniendo con su trepidación grave, las voces de los cantores. La llegada a Bayona sorprendió a Artegui y Lucía como el despertar de prolongado sueño.
Y entre risas despreciativas y observaciones irónicas, comenzó a leer en su elegante carterita, donde estaban apuntados los nombres de los nuevos ministros ... ¡Pero qué nombres, Virgen Santísima! ¡Si aquello era cosa de morirse de risa!... Figueras, Castelar, Pi y Margall, los dos Salmerones, Nicolás y Paquito... Córdoba.
Allí, la voz de bronce de la disciplina tuvo que sonar más de una vez para impedir que el rápido cruzar de palabras irónicas en el salón se convirtiese, en la calle, en el centellear de las espadas.
Inmediatamente sentía pasar por el alma, con una lentitud de brisa, un rumor humilde de murmuraciones irónicas: Bien, entonces, come, duerme, báñate y ama. Yo así lo hacía.
Se replegaba y meditaba. Le habían dicho que las botas de tafilete daban muy mal resultado en Lancia, a causa de la humedad. Antes, mucho antes de que Mateo terminase su diatriba contra el tafilete, se la destripaban sus cuatro pimpollos con risas irónicas y pesadísimas palabras que dejaban confundido y triste al pobre viejo.
Pero estas palabras resultaban irónicas, pues ninguno de los dos se había movido al llegar el Hombre-Montaña ni parecieron enterarse de su presencia. Gillespie no pudo ofenderse por este egoísmo, propio de enamorados.
Palabra del Dia
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