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Actualizado: 23 de octubre de 2025


No era alta ni daba en cara por hermosa; pero por interesante en sumo grado. La única nube que obscurecía a menudo la transparente claridad de su semblante, era un repentino fruncimiento de su lindo entrecejo; pero este detalle, como efecto mecánico de una extremada sinceridad de pensamientos y de impresiones, no daba a la expresión de su mirada el menor acento de dureza.

Váyase usted noramala. Tome usted para el billete de la señora. Diciendo esto, introdujo la diestra en el bolsillo de su americana, y sacó unos papeles grasientos y verdosos, cuya vista despejó al punto el perruno entrecejo del empleado, que al recibir el billete bajó dos o tres tonos el diapasón de su bronca voz.

Brillaba entonces su belleza como personificación hechicera de la misma luz. Su cabello en desorden, su vestido suelto llevaban al último grado la elegancia natural de la gentil doncella, cuya actitud casta y noble superaba a las más perfectas concepciones del arte. Primito dijo contrayendo ligeramente el hermoso entrecejo D. Teodoro no te ha dado todavía permiso para quitarte hoy la venda.

Despertó al fin de aquello que parecía letargo, y volviendo a mirarse, animose con la reflexión de su buen palmito en el espejo. «Digan lo que quieran, lo mejor que tengo es el entrecejo... Hasta cuando me enfado es bonito... ¿A ver cómo me pongo cuando me enfado? Así, así... ¡Ah, llaman!». El campanillazo de la puerta la obligó a dejar el tocador.

El Padre Hurtado, enemigo de antesalas, frunció ligeramente el entrecejo, pero contestó; Que pase. Pocos momentos después, se presentaba un individuo, cuya descripción es ocioso hacer, pues era como miles otros: de cuarenta años, poco más o menos, sano al parecer, y pobre, puesto que el dinero, según reza el refrán, no puede estar disimulado. Buenos días, Padre.

Don Pedro frunció el entrecejo y miró sañudo á su compatriota, pero el príncipe inglés acogió aquellas palabras con aprobadora sonrisa. ¡Bien, Don Martín! exclamó, ¡digno es de vos ese arranque!

Naturalmente... seguro... esto es dijo el viejo frunciendo también el entrecejo. No hay nada de particular. Es mi casa; yo mismo he levantado todos sus maderos. No hay por qué temerla. Tal vez grite un poco, como hacen las mujeres, pero volverá a las buenas. El viejo fiaba, para sus adentros, en la exaltación del licor y en el poder de un valeroso ejemplo para sostenerse en semejante situación.

Así el semblante de los actores: sus facciones deben aspirar á poseer aquella movilidad que el autor lleva en el pensamiento; sus ojos, sus labios, su entrecejo, constituirán un libro de infinitos tomos, un «devenir» inacabable.

Una arruga profunda apareció en el entrecejo de Amparo; señal de tormenta. Mira, chica, tengamos la fiesta en paz. Te vas haciendo muy picante y ya sabes que tengo muy poca paciencia dijo con voz sorda. De lo que menos caso hago yo es de tu paciencia, hija mía. Te he venido a decir bien claramente que no quiero trato contigo. Al parecer, no quieres acabar de entenderlo.

Y estuvo arrogante y oportuno, como en sus horas más felices, cuando se hallaba delante de mujeres que se proponía cautivar. Antonio llegó á dudar, viéndole tan despreocupado, si serían ciertas sus explicaciones y habría entrado allí por casualidad. Ni una sola vez volvió los ojos hacia Soledad, cerca de la cual estaba sentado; pero, sin mirarla, veía su semblante hosco y su entrecejo fruncido.

Palabra del Dia

mármor

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