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Actualizado: 23 de julio de 2025
Mira, María dijo Stein acercándose a ella ; ofrezcamos a Dios nuestro amor puro y santo; prometámosle hacerlo grato con la fidelidad en el cumplimiento de todos los deberes que impone, cuando está consagrado en sus aras; y deja que te abrace como a mi mujer y a mi compañera. ¡Eso no! dijo María dando un rápido salto atrás y arrugando el entrecejo , ¡a mí no me toca nadie!
El conde frunció el entrecejo. El doctor dijo vivamente: Si usted hubiese podido venir conmigo, señora, tengo la seguridad de que habría llorado. ¿Es realmente muy conmovedor una duquesa que vende a su hija? ¡Un episodio del mercado de esclavas! Yo diría mejor un episodio de la vida de los mártires. ¡Galante está usted! El doctor contó la escena en la que él había representado un papel.
Luego, y por final de la carta, hablaba de su hija, de su Nieves. ¡Qué hermosísima estaba, cómo crecía de hora en hora, qué revoltosa era y qué gracia le hacía, sobre sus grandes ojos azules, aquel fruncir de entrecejo a cada repentina impresión que recibía, lo mismo de disgusto que de placer! Su pelo era rubio como el oro viejo, y el matiz de sus carnes el del más puro nácar, con unas veladuras de color de rosa en las mejillas, en los labios húmedos y en las ventanas de la nariz, que daba gloria verla. Saldría algo, pero algo muy singular, de aquella miniaturita de mujer.
Y fué por entonces cuando Batiste, el día de su sentencia en el Tribunal de las Aguas, la vió en el camino acompañada de Tonet. Pero no ocurrió nada. El dichoso incidente del riego salvó á la muchacha. Su padre, contento de haber librado su cosecha, limitóse á mirarla varias veces con el entrecejo fruncido.
A él ya no se parecería; pero a su padre, al procurador Reyes, sí; el gesto de pena, la mueca de los labios, el entrecejo... todo aquello era de su padre. ¡Ay! ¡Cómo se le metía por el alma, a borbotones, como lágrimas de ternura que en vez de salir entrasen, el amor de aquel hijo, de aquel ser débil, abandonado por los ángeles entre los hombres!, pero ya no amor abstracto, metafísico; amor sin frases, amor nada retórico.... amor inefable, pero que satisfacía la conciencia y daba sanción absoluta al juramento de constante y callado sacrificio.
Castro le dirigió una mirada fulminante; pero, o no la vió, o se hizo como que no la veía. Esperancita frunció el entrecejo y contestó secamente que no se acordaba con precisión. Esto bastaría para que cualquiera se diese por advertido. Ramoncito no se dió. Antes quiso prolongar la conversación con frases absurdas o insustanciales.
¡Contento me tiene! dijo el senador frunciendo el entrecejo . ¡En seguida voy a colaborar otra vez con usted! La juventud es indiscreta. Y siguió lamentándose, como lastimado por su excesiva confianza en un ser inferior.
Feijoo, al contemplarla, no podía por menos de sentirse descorazonado. «Cada día más guapa pensaba , y yo cada día más viejo». Y ella, cuando se miraba al espejo, no se resistía a la admiración de su propia imagen. Algunos días le pasaba por bajo del entrecejo la observación aquella de otros tiempos: «¡Si me viera ahora...!».
Oyes, Josefina: ¿a quién quieres más, a tu madrina o a tu padrino? preguntole aquél. A madrina respondió la niña sin vacilar. Y a quién quieres más, ¿a tu padrino o al conde? La niña le miró sorprendida con sus grandes ojos azules. Pasó por ellos una ráfaga de desconfianza y respondió frunciendo su hermoso entrecejo: A mi padrino.
Aquella noche la elocuencia de don Juan era maravillosa, y su ternura exquisita; a pesar de lo cual Cristeta tardó pocos minutos en notar que estaba caviloso. Traía fruncido el entrecejo y sus miradas denotaban mal disimulada preocupación. ¿Qué tienes? le preguntó cariñosamente. Nada. Me engañas, algo te pasa. No, mujer. Es claro; como no soy nada para ti...
Palabra del Dia
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