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Actualizado: 23 de octubre de 2025
Comieron con el buen apetito de la juventud, con esa excitación que proporciona la novedad de los cambios de sitio. Feli, de vez en cuando, fruncía el entrecejo con sus preocupaciones de amita de casa. Esto empieza mal; gastamos demasiado. Con lo que cuesta este aparato que han traído del café tengo yo para dos días. Maltrana contestaba con risas.
Y debajo, en el cristal del arroyuelo, se veía la imagen brillante y llena de flores de Perla, señalando también con su dedito. Niña singular, ¿por qué no vienes donde estoy? exclamó Ester. Perla tenía extendido aun el dedo índice, y frunció el entrecejo, lo que le comunicaba una significación más notable, atendidas las facciones infantiles que tal aspecto tomaban.
Debió sentir que los ojos se le animaban y, para disfrazar aquel signo de agrado, frunció el entrecejo, aunque murmurando: «sí, sí, aquí veo algo nuevo.» Luego prosiguió devorando renglones; pero cada instante le era más imposible sofocar el gozo y, temiendo que se lo conocieran en la cara, dejó de leer.
El antiguo cabecilla le escuchaba con visible impaciencia y, frunciendo el torvo entrecejo, solía contestarle ásperamente: Anda adelante y no te detengas en pataratadas. ¡Pataratadas! El cura de Peñascosa calificaba así los extravíos de una conciencia, los dolores del remordimiento.
Plegó el bellísimo entrecejo Dorotea, y adelantó el labio inferior en un mohín desdeñoso. Aunque tú seas tan hermosa ó más hermosa que doña Clara, hija, te falta una cosa que á ella le sobra. ¿Y qué es lo que me falta? Ser fruto prohibido. Conmovióse profundamente la Dorotea, y sus ojos se arrasaron de lágrimas; al tío Manolillo se le desgarró el corazón.
Vio dos o tres que él conocía, y pensó: «Me alegro; ahora veréis lo que es bueno». El regente que no era Quintanar con el entrecejo arrugado y la toga tersa, sentado en medio de la nave en un sillón de terciopelo y oro, contemplaba al predicador, preparándose a separar el grano de la paja, dado que hubiera de todo.
Paz tuvo que disimular su alegría, por no aparecer desapudorada; mas no hizo mohín de disgusto ni frunció siquiera el lindo entrecejo. Para ninguno de ambos era ya secreto la atracción que habían ejercido uno sobre otro. Sí, señor; de esto se puede sacar partido murmuraba don Luis.
Doña Clara, que si bien más moza que Lucía, era más reflexiva y grave, sintió que su amiga hubiese confiado á su tío aquel secreto, y no pudo reprimir las muestras de su disgusto, frunciendo el entrecejo, poniéndose más seria y tiñéndose al mismo tiempo de grana sus mejillas con la vergüenza y el enojo.
Todos cinco venían del Real: hacía muy cerca de media hora que esperaban. ¡Que poca vergüenza tienes, hijo! dijo la Amparo con el hermoso entrecejo fruncido . Y menos aún los que toman en serio tus convites. Chica, me figuré que saldrías más tarde del Real. ¡Eso! Dí que estabas a gusto en casa de mi hijastra, y entonces puedes tener cierta disculpa.
Nieves, a todo esto, no sabía si reírse o si apenarse, porque lo cierto era que nunca había oído ni visto a su padre hablar de aquel modo ni de aquellas trazas; y así sucedía que tan pronto enseñaba los dientecillos prietos y esmaltados, como fruncía el entrecejo o carraspeaba sin necesidad; pero sin apartar la mirada, entre curiosa y tímida, del ojo sano y algo cobardón de su padre.
Palabra del Dia
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