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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Se levantaba muy temprano y salía á la huerta, donde hizo por su mano algunas notables mejoras, como fué la de trasplantar algunos claveles que estaban demasiado prietos y se molestaban, y limpiar el polvo con delicado esmero á las hojas de una enredadera: también colocó una esterita de quitaipón sobre los alelíes para que el sol no los quemase á ciertas horas del día.

Esta cualidad, fertilísima, omnímoda y preexcelente dentro del libro, se transforma en enemiga tenaz, á veces invencible, del novelista, cuando éste, sin verdadera vocación, y atraído sólo por las ganancias pingües que suele reportar el teatro á sus mantenedores, trata de encerrar las frondosidades de su fantasía dentro de los prietos moldes de la comedia.

Cuando quería marcharse, besos prietos y tercos, en que la húmeda tersura de los labios palpitaba con deliciosa laxitud, queriendo sorberle el alma. Nada de grosería ni lujuria. Estos besos eran el maravilloso límite que separa lo físico de lo inmaterial. Las bocas se unían como si tuvieran vida propia, e independiente del resto del cuerpo.

Nieves, a todo esto, no sabía si reírse o si apenarse, porque lo cierto era que nunca había oído ni visto a su padre hablar de aquel modo ni de aquellas trazas; y así sucedía que tan pronto enseñaba los dientecillos prietos y esmaltados, como fruncía el entrecejo o carraspeaba sin necesidad; pero sin apartar la mirada, entre curiosa y tímida, del ojo sano y algo cobardón de su padre.

Sacaban los sacristanes de profundos estantes, como si fuesen libros de tela y madera, los famosos frontales del altar mayor. Los había especiales para cada fiesta. El de san Juan, alegre y risueño como una verbena, con corderos de oro y prietos racimos que acariciaban con sus manos mantecosas los angelitos gordinflones.

Cristeta quiso expresar todo lo que sentía, y acordándose tal vez de que fue comedianta, lo formuló en lenguaje, aunque sincero, un poquito dramático, diciendo: Lo que yo quiero no es tu libertad, sino tu cariño. ¿Casarnos? ¿Para qué? ¿Para darte por seca y rigurosa obligación lo que por libre y complacido albedrío quiero que sea tuyo? ¿Para mermar a la pasión el encanto de la espontaneidad? ¿Por ventura serán entonces más cariñosos tus besos, más prietos tus abrazos? ¿Tendremos mayor firmeza en la confianza ni más brava abnegación en la desgracia? ¿Qué ceremonia, qué rito, que fórmula ha puesto el Señor por cima de este anhelo con que mi pensamiento quiere volar para hacer nido en tu alma?

Palabra del Dia

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