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Actualizado: 25 de junio de 2025
Sobrevinieron graves disturbios en los reinados de Enrique III y Juan II; y fue sacrificada ya por el uno ya por el otro bando . Siguieron tras aquellos tristes acontecimientos las escandalosas guerras civiles entre Enrique IV y sus hermanos; y se vió destruida y ensangrentada por los mismos habitantes.
Le cubrieron el rostro, lo transportaron a la habitación de Miguel, en cuyo lecho lo pusieron y Antonieta suspendió sus preces para bañar la ensangrentada frente del Rey y vendar sus heridas, en tanto llegaba un médico. Y Sarto, convencido más que nunca de mi reciente presencia allí y habiendo oído el relato de Antonieta, envió a Tarlein en mi busca, por foso y bosque.
Un día pasó un muchacho por delante de nuestra puerta con la cara ensangrentada y nos dijo que tú le habías golpeado. Mi padre se incomodó mucho... ¿Era un hijo del tío Pepe, de la casa de abajo? Me parece que sí. Pues le pegué porque estaba pinchando con un alfiler á una niña de menos edad que él, hija de Telesforo el tabernero.
Era el odio que no encontraba otra forma de herirle, ya que las manos se negaban á ello por el antiguo respeto; era el desprecio al verle anonadando con su fuerza de animal bien mantenido y feliz, á aquel aborto de la miseria que estaba en el suelo con la cara ensangrentada.
En el bullicio de la capital volvíase huraño, receloso y triste por la necesidad de defender su amor. Adivinaba el asedio oculto de los innumerables adoradores de Leonora. Una mañana saltó la artista de su lecho para ver al conde tendido en un diván, pálido, con la camisa ensangrentada, rodeado de varios señores vestidos de negro, que acababan de bajarle de un carruaje.
¡Pero se ha cometido un crimen! exclamó Jacobo con espanto. Veo todavía aquella mujer muerta, con su cabello rubio y su cara ensangrentada é informe... ¡Informe! ¿Quién era aquella mujer, si no era Lea? Eso es lo que vengo á preguntarte. El presidiario se torció las manos, angustiado por su ignorancia, que él creía mortal. ¡No sé! ¡No puedo saber! ¿Cómo quieres que sepa? ¡Oh!
Si me lo probáis... pero no me lo podéis probar, no; ¿por qué me habéis dicho que os mataréis...? ¿por qué me habéis aterrado...? ¡Dios mío! Tengo no sé por qué, de una manera que me espanta, el alma desgarrada, ensangrentada, por lo que nunca había sentido: por los celos. ¡Celos vos de mí! Venid conmigo dijo doña Clara tomando una bujía y encaminándose de nuevo á su dormitorio.
Ceremonia de la reconciliación; después de una corta pero cortés discusión, Gómez se adelanta hacia el vizconde y le expresa la esperanza de no haberle herido mortalmente; el otro le tiende la mano tan poco ensangrentada; hay un asalto de finezas. GÓMEZ. Pronto será mediodía. Usted no ha desayunado y yo tampoco. ¿Quiere hacerme el favor de ser mi huésped en compañía de sus amigos?
Pero otra edad humana vino, la Bastilla desapareció, cayó bajo los golpes de la piqueta revolucionaria, y sobre sus escombros se levantó grande y valerosa la columna de Julio. Al monumento del siglo XIII sucedió el monumento del siglo XVIII: el Capitolio se levantó sobre la roca ensangrentada del monte Tarpeya. La figura que remata ese monumento, es el genio de la Libertad.
Entre las llamas de un incendio, que me quemaron toda la cara. Grande es vuestra desdicha, pero también os libra de ver no pocas miserias, como la que acabamos de contemplar nosotros en este mismo camino, dijo el señor de Morel, recordando la ensangrentada pierna del ladrón descuartizado. Dale mi bolsa, Roger, y apresuremos el paso, que nos hemos quedado muy atrás.
Palabra del Dia
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