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Actualizado: 25 de junio de 2025
Desaparece, máscara envidiosa, que tomas una forma que no es la tuya» dijo él; y Clara, ensangrentada, se ofreció a sus ojos, el brazo armado de un cuchillo aun húmedo, la vista extraviada, el pecho marchito y destrozado, la tez lívida. »La llegada del día no le libra de aquella sombra y sus sentidos caen en un sopor; ella murmura a sus oídos un largo suspiro.
En vano sometiose a un régimen más alimenticio el indignado millonario de la calle de Verneuil. Considerando que una buena alimentación, digerida por un estómago sólido, aprovecha por igual a todas las partes del cuerpo, se impuso la dulce ley de embaularse sendas tazas de caldo, sendos tajos de carne ensangrentada, regados con los más generosos vinos.
Perón vió un marinero que se encarnizaba en una foca hembra, la cual lloraba como una mujer, gemía: cada vez que el animal abría su ensangrentada boca, el bárbaro golpeábala con un grueso remo y le rompía los dientes. Dice Dumont d'Urville que en las Nuevas Shetlands del Sur, los ingleses y los americanos exterminaron las focas en el transcurso de cuatro años.
La cabalgata se alejaba más de prisa de lo que hubiera deseado, entre una nube de polvo, y sobre las piedras del camino se encontraba caído un joven, sin conocimiento y con la frente ensangrentada y el bastón, roto en dos pedazos, cerca de él. Clementina tenía un genio resuelto, probado en muchas circunstancias.
NARV. Pues ármate, Nuño amigo, Que esta noche te prometo Al moro infame castigo. ¡Camisa, y ensangrentada! ¡Vive Dios que, ésta vestida, No se mude ni otra pida Hasta que con esta espada Quite al perjuro la vida!
A los pocos segundos la desdichada sangraba por todas partes, pero no exhalaba una queja. En cambio, Ángela gemía pidiendo compasión, sin atreverse a intervenir para defenderla. La vara se quebró al medio. Con los cachos aún estuvo aporreándola buen espacio. Cuando se cansó, asiola por los cabellos y la arrastró hasta el cuarto, donde la dejó exánime y ensangrentada.
No llevaba espada esta expedición era de las de arma corta ; pero tenía la mano puesta por debajo del poncho en el puño de una faca, por lo que pudiera ocurrir. ¿Qué es eso, hermano? preguntó al ver la diestra ensangrentada de su compañero . ¿Quién te ha herido? El otro levantó los hombros con indiferencia, limitándose á mostrarle tres plumas pequeñas que llevaba entre los dedos.
Luego avanzó la diestra audazmente, y á pesar de su deseo de mantenerse silencioso, lanzó un rugido. ¡Ah, pájaro del diablo!... Tenía un dedo atravesado de parte á parte. No era un picotazo; era una puñalada. Un berbiquí ardiente acababa de perforarle la carne y el hueso. Sobreponiéndose al dolor, cerró la mano ensangrentada para aprisionar á su enemigo.
Vaciló como si estuviera ebrio, llevándose las manos á la cara ensangrentada, y al intentar erguirse, un puño enorme volvió á caer sobre él haciéndolo rodar por tierra. Aresti, con los pies inmovilizados por el cuerpo del caído, levantó el bastón al ver que se alzaba contra él de nuevo aquel puño que resonaba sordamente golpeando como una maza.
El mísero jaco sintió una rabia de cordero en los estremecimientos de su agonía, y mordió la mano del hombre. Este dio un grito, agitó la diestra ensangrentada y apretó el puñal, hasta que el caballo cesó de patalear, quedando con las extremidades rígidas.
Palabra del Dia
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