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Actualizado: 4 de junio de 2025
D. Pantaleón sacó otro compás, parecido al cartabón de los zapateros, y con las manos trémulas le dobló el dedo medio y se lo midió. Mientras tanto Moreno inclinaba su rostro pálido haciendo esfuerzos para averiguar el número de milímetros. Cuando Sánchez lo leyó en voz alta, dio un salto y emprendió una carrera vertiginosa al través de los campos.
¿Por un cura?... ¿Y dónde están los curas, mentecata?... Di a Nazaria que no se muera, que volveré pronto.... Corre y tráeme las pistolas. Voy por el cura. Sube y trae las pistolas gritó López. La coja entró en el portal, y emprendió su lucha con la escalera. Esto empezaba a ser para ella como beberse el mar. Y se lo bebía. Poco después el atleta y sus amigos volvían a la calle de los Estudios.
Ni el hambre ni el frío eran capaces de acabar en una noche sola con una vida tan dura de roer como la de Pepazos. Nadie lo dudó, y la caravana emprendió la subida de los montes sin atender otra cosa que a pisar en firme y ganar tiempo. Por misericordia de Dios, el día, aunque pardo, se presentaba relativamente sereno, y apenas chispeaba la nieve por entonces.
Perla emprendió la carrera á toda prisa y pronto se halló en medio de la luz del sol, riendo, toda iluminada por su esplendor, y con los ojos brillantes de alegría. Parecía como si el rayo solar se hubiera detenido en torno de la solitaria niña regocijándose en jugar con ella, hasta que la madre llegó bastante cerca para penetrar casi también en el círculo mágico.
Hay que decirlo en secreto, porque a Mario no le gustaba que se divulgase entre sus amigos. Era aficionado a la escultura. En modelos, vaciadores y utensilios se le iban lindamente los cuartos. Desde muy niño había mostrado afición al dibujo. Su padre, por complacerle, le puso maestro: llegó a dibujar muy correctamente. Luego emprendió la pintura, venciendo sin trabajo la resistencia de su padre.
Por todo esto deseaba el Real Consejo de Indias que se hiciese aquí una poblacion, y á ese fin se emprendió este viage: pero la experiencia ha desengañado, que todo lo que decian de esos rios los extrangeros es una mera y pura patraña, pues tal rio no se halla, ni señas de haberle jamas habido; que al fin es verdadero el adagio castellano, que, á luengas tierras, luengas mentiras.
Rabiar como perros a la hora en que todo el mundo duerme, para poder comer al día siguiente unos cuantos pedazos de aquella masa indecente. ¡Vaya un oficio! Y enardecido por la constancia con que trabajaba el Menut, la emprendió con él, volviendo a sacar a ruedo la belleza de su novia. Debía casarse pronto. Les convenía a los amigos.
Ya abandona su guarida y corre como un gamo. ¡Tirad! Así era en efecto, porque al oir el negro las voces del corregidor y verse descubierto, emprendió la fuga á todo correr. Apunta dos varas á la derecha, muchacho, dijo un ballestero veterano, inmediato á Roger. No, apenas hay viento; con vara y media basta, contestó su compañero, soltando la cuerda de su ballesta.
Tres meses estuvo enfermo Mordejai después de este singular suceso, y no comía más que agua y harina de cebada sin sal. Quedose tan flaco que se contaba al tacto todos los huesos, sin que se le escapara uno en la cuenta. Por fin, arrastrándose como pudo, emprendió su camino por toda la grandeza del mundo en busca de la mujer que, según dicho del divino Samdai, era suya.
El perro vaciló un instante, dejó de ladrar y mostró bastante claramente la resolución de volverse otra vez a dormir como si no hubiera pasado nada; pero la vieja no se dio por satisfecha; exigía un acto de sumisión. ¡Aquí, Cuco! ¡Aquí, ahora mismo! El Cuco bajó la cabeza humildemente y emprendió hacia ella una marcha lenta, penosísima, como si el camino estuviera erizado de peligros.
Palabra del Dia
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