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Actualizado: 2 de junio de 2025


Pagaron algunas con la vida su ferocidad, por mas que procuraba impedirlo el Comandante, persuadiendo á sus soldados no empleasen el valor en objeto tan débil: pero rara vez puede contenerse el furor de la milicia, empeñada en seguimiento del enemigo.

Según mi opinión, hay que vencer dos obstáculos para llegar a nuestro fin: primero, el punto de honor de la palabra empeñada que liga a Fabrice... ¿No podría devolverle esa palabra y en términos tales que él consintiese en aceptarla? Estoy pronto... pero... ¿Teme que rehuse? Lo temo... sin embargo, voy a intentarlo, y con toda sinceridad, según va usted a verlo.

No por qué el tío Manolillo tiene conmigo de algunos meses á esta parte chanzas que me inquietan. ¡Bah! ¡bah! yo recelo de todo... no hay motivo... están contentas... ella cada día más cariñosa... mi hija cada vez más empeñada en ser monja... Afuera, afuera sospechas infundadas... una sola noche... ¿qué ha de suceder en pocas horas?

Hizo un gran esfuerzo para arreglar aquel barullo mortificante de ideas desmandadas, y fué colocando cada cosa en su sitio dentro de su cabeza, con toda la serenidad posible, diciéndose a la vez: «De modo que el señorito quiere a la señorita para casarse con ella; que la niña no le quiere a él y está empeñada en hacerse santa y mártir en la casona, sufriendo a los mismísimos diablos... y que además se muere porque está comalida y allí no tiene tresno ni cosa que lo valga....»

¡Ya, ya! ¡Buen truchimán va usted saliendo!... ¡Qué condenada vaca, siempre empeñada en meterse por el prado del tío Fernando!... ¡Garbosa, eh! ¡Garbosa, fuera! ¡Garbosa, aquí! Viendo que la vaca no obedecía, se levantó y fue a ella corriendo, y la obligó a separarse de la linde.

Yo empeñada en apartarle a usted del camino de la perdición, y usted cada vez más inclinado a seguir por él... Ya se sabe que la juventud ha de tener sus trapicheos; pero los muchachos decentes y bien nacidos desfogan sus pasiones con compostura, antes buscando el trato honesto de personas graves y juiciosas que el de la gentezuela maja y tabernaria.

Corrió las cortinas de la ventana, a causa del sol indiscreto que a ella se asomaba, y después de escuchar un momento, si se sentían pasos en el patio o en la escalerilla, retiró cuidadosamente del bolsillo de su gabán claro un objeto y lo colocó sobre la mesa: ahí estaba el pequeño revólver, como un juguete de brillante acero: Quilito, inclinado, lo miraba, con esa fijeza con que los condenados a muerte miran el instrumento de su suplicio. ¡Ah, si la pobre tía supiera! sus veinte nacionales habían servido para comprar la terrible alhajita... ¿No estaba empeñada generosamente en salvarle? ¿qué mejor medio de salvación que aquel, tan fácil y expeditivo?

Los subsiguientes días, mientras se entregaban a los preparativos del viaje, recibió con frecuencia la visita del marqués, a quien puso en antecedentes acerca de la persona y familia de aquella que aceptaba por esposa, antecedentes que, como es natural, interesaban vivamente a Pedro, viendo la vizcondesa en la curiosidad de su amigo nueva garantía de su firme resolución, que, por otra parte, afianzaba suficientemente la empeñada palabra de caballero tan cumplido.

No pudo Almudena resistir a la enérgica sugestión de la dama, y poco a poco se fue curando de aquellas murrias, y del delirio místico y penitencial que le desconcertó días antes. Convinieron, tras empeñada discusión, en trasladar su punto de San Sebastián a San Andrés, porque Almudena conocía en esta parroquia a un señor clérigo muy bondadoso, que en otra ocasión le había protegido.

Iba á casa de sus amos á contarles lo ocurrido, la mala voluntad de aquella gente, empeñada en amargar su existencia; y una hora después, ya más calmado por las buenas palabras de los señores, emprendió el camino hacia su casa. ¡Insufrible tormento!

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