Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 2 de mayo de 2025


Recordaba haber leído en las crónicas que el Emperador Alfonso había estado a punto de hacer descabezar a su esposa y al Arzobispo don Rodrigo por haber violado su regia palabra, empeñada a los alfaquíes toledanos. El Canónigo llegó al amanecer y pidió que le dejasen a solas con el mancebo.

La vieja, poniendo cara de vinagre y refunfuñando, apartóse hacia un lado, y el joven introdujo su silla entre ella y Carmen. Estaba empeñada á la sazón entre ésta y su novio una plática suave como el gorjeo de las tórtolas.

Empeñada en dar a sus relaciones un carácter cada vez más serio y elevado, la digna joven habíale pedido a Jacobo que le trazase un plan de estudios y lecturas. Decía que aquello era para que él no se aburriese demasiado a su lado.

Alegróse de llegar al término de su viaje por aquel día, y mucho más cuando al rodear las tapias de un huerto descubrió á Simón y Tristán, sentados muy sosegadamente sobre un árbol caído. Ninguno de ellos notó su presencia porque dedicaban toda su atención á la partida de dados que tenían empeñada.

Zorraquín opinaba que Navarro no había tomado el camino del Baztán, sino el de las Amezcuas, donde a la sazón estaba empeñada la guerra, a lo que objetó Salvador que, siendo esta dirección la razonable, no debía creerse que la había tomado el fugitivo, pues lo lógico parecía que este caminara siempre en contra del sentido común.

Cuando me vi agarrada y suspendida por usted, me pareció que resucitaba... Después empezaron los peligros de ahogarnos los dos por mi falta de serenidad para seguir los consejos que me daba usted... Empeñada en asirme a usted, como si estuviéramos los dos a pie firme sobre una roca... Pero ¿quién puede estar serena entre aquellos horrores, Virgen María!

Lo más curioso era que aquella gran cofradía creía, o estaba empeñada en hacer creer, que era el partido quien concebía los profundos programas electorales, y la verdad era que el gran partido solía convertirse en un ser tan pasivo como los ídolos asirios, que aterraban o entusiasmaban a las muchedumbres según el humor del gran sacerdote que gobernaba los resortes ocultos de la deidad.

Pero mi tía no contestaba; empeñada en colocar su saludo en la cara de sus ídolos y en que su marido también lo colocase, lo cazó materialmente del brazo y le mandó que esperara la ocasión propicia para mover el pescuezo. De pronto pareciole que la miraban. ¡Ahí mira don Buenaventura! ¡ahí te mira el doctor Trevexo... dijo; ¡ahora!... saluda, Ramón.

Aquella revelación le había dejado tan atontada, cual si le descargasen un fuerte golpe en la cabeza. Jacinta... ¡Jesús!.. el modelito, el ángel, la mona de Dios... ¿Qué diría Guillermina, la obispa, empeñada en convertir a la gente y en ver la que peca y la que no peca?... ¿Qué diría?... ja, ja, ja... ¡Ya no había virtud! ¡Ya no había más ley que el amor!... ¡Ya podía ella alzar su frente!

El pobre chico se quedó viendo visiones. ¿Por qué tal improperio? ¿Dónde, cuándo ni cómo había escandalizado él?... ¡Carape con el dicho... y en mitad de la calle, y a quemarropa!.. Y aunque hubiera escandalizado, ¿qué le importaba a ella?... ¡Vaya con la grandísima!.. Pero ¿no era creíble también que la palabrota que parecía un insulto a él, fuera simplemente una de las dichas por la Escribana en el calor de la riña sorda en que iría empeñada con sus hermanas, como de costumbre?... En fin, no lo entendía; y después de todo, ¿qué más le daba?

Palabra del Dia

tundas

Otros Mirando