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Actualizado: 9 de mayo de 2025
El diluvio duró un cuarto de hora; de pronto, el sol brilló de nuevo, los árboles sacudieron las últimas perlas suspendidas en su cabellera, el azul del cielo apareció más intonso, y el coro de los insectos entonó da capo su eterna sinfonía.... Eran las tres y cuarto de la tarde cuando llegamos a la plaza de Guaduas, que aún aguarda la estatua de la Pola , la más noble entre las hijas del valle.
Encendió el apagado puro, tomó aliento, se pasó la mano por los bigotazos, y prosiguió en tono dulce, persuasivo, apacible, como si quisiera agradar a sus interlocutores: Vean ustedes: el mundo siempre ha sido mundo; corrupción la hubo siempre; por algo mandó Dios el Diluvio. ¿Quién se atreve a tirar la primera piedra? ¿Vamos, quien? ¿Usted, Licenciado? ¿Usted, mi señor don Cosme?
En esta aventura de aventuras, ha llovido de todo. Así estoy yo de calado; el agua me llega ya á las narices, y á poco más me ahogo. Pero dadme licencia para que escriba, que os lo afirmo, importa. No tiene trazas de dejar de llover, y como no quiero morir ahogado de este diluvio, dejadme que fabrique mi barca. Y esa barca... Ha de serlo una carta.
le tenía asido y exclamaba con jubiloso entusiasmo: ¡O gioja ed orgoglio del mio core! ¡O coraggioso mio drudo! Las tiernas y repentinas caricias de la vaga italiana, fueron acompañadas de un diluvio de improperios y de blasfemias, que salían de la boca de Pedro Carvallo, haciéndole coro con risotadas alegres Teletusa y Tiburcio. Pedro Carvallo sólo podía herir ya con la lengua.
Por los cauces, donde de ordinario salta en sonoras cascadas un pequeño torrente de cristalina agua, corre ahora con estrépito una especie de fango, un líquido semisólido que es al mismo tiempo que un diluvio un desprendimiento. Estos son los fenómenos que, con el tiempo, rebajan poco á poco los montes y los extienden en capas horizontales de aluvión sobre los llanos y en el fondo de los mares.
Y salieron por el postigo a despedirse de robles, encinas, espinos, zarzas, helechos, y de la yerba fresca y verde de la otoñada. Aquella noche se prolongó la fiesta en Vetusta; era la despedida del buen tiempo; el invierno iba a volver, el diluvio estaba a la puerta.... Y se improvisó una cena para todos aquellos señores.
Se abrieron luego las nubes y abundante lluvia, un verdadero diluvio, empezó a caer sobre la tierra. No había coche ni silla de manos en que irse, y María Antonia Fernández, alias La Caramba, se refugió en la iglesia de Capuchinos del Prado, donde se celebraba en aquel momento una solemne función religiosa. Predicaba fray Atanasio, predicador tan elocuente como severo.
Las alabanzas de la Orden extinguida se renovaron ó surgieron entonces, derramándose sobre ella como sobre fúnebre monumento un diluvio de flores. Los más eminentes personajes de Europa, aun entre los no católicos, habían celebrado ó celebraron á los jesuítas: Enrique IV de Francia, Catalina II de Rusia, Rousseau, Diderot, Leibnitz, Lessing, Herder y mil otros.
Se calzó fuerte, se puso el impermeable y bajó al Prado, yendo a colocarse ante la fuente de Neptuno, con los pies en un lago, el diluvio en torno y la imaginación barrenada por la impaciencia. Transcurrió media hora: según el reloj treinta miserables minutos; para el pensamiento, treinta siglos de malestar y desesperación. Repentinamente su espíritu se inundó de luz.
El espantoso torrente de generación que allí se produce, el diluvio del arenque, los miles y millones de huevos del abadejo, tantas y tan horrendas máquinas de multiplicación que, decuplicando, centuplicando, llenarían los océanos, ahogarían la Naturaleza, encuentran una barrera en el rápido devoramiento de la máquina de muerte, el nadador armado, el pez. Bello espectáculo, grande, conmovedor.
Palabra del Dia
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