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En la pomarada del capitán, debajo de los árboles, se había colocado una mesa á la cual se sentaban hasta una docena de comensales. Procedían casi todos de la Pola. Sin embargo, había un ingeniero de Madrid y un químico belga. Pocos días hacía que habían llegado á Laviana para dirigir los trabajos de las minas recién abiertas sobre la aldea de Carrio.

Jamás he pertenecido á la Liga ni tuve conatos de acercarme á ella. Yo no hubiera firmado la vergonzosa paz de Antálcidas aunque me cortasen la mano derecha... Puedes decírselo así al señor cura de la Pola que de poco tiempo á esta parte encuentra tan admirable á Esparta añadió sarcásticamente.

Tenemos miedo que le haya sucedido algo malo... ¡Ya sabe usted quién es! Descuida, Nolo respondió el tío José bajando todavía más la voz. Eso que dices no puede ser. Plutón estuvo todo el día trabajando en la mina: por cierto que le cayó una piedra sobre la cabeza y le hizo bastante daño. Tuvo que ir á la Pola y se curó en la botica: llegó bastante tarde y se acostó en seguida.

Al llegar aquí la risa que retozaba en los labios de los próceres de la Pola desde el comienzo de la oración estalló en francas, sonoras carcajadas. Quien primero la dejó escapar fué el troglodita D. Casiano.

Arrastraba una plataforma engalanada donde se acomodaban los conspicuos de la Pola, el alcalde, el recaudador, el joven Antero, el farmacéutico Teruel; el médico D. Nicolás, D. Casiano el actuario, dos ingenieros, el químico belga y el personal administrativo de la empresa.

Los del Condado están avisados por ellos y no faltarán tampoco. Si ahora nos quedamos sin la gente de los altos, temo que nuestras costillas vayan hoy molidas á la cama. El jueves, en la Pola, tropecé en la taberna del Colorado con Toribión de Lorío y Firmo de Rivota, y después de ofrecerme un vaso de sidra, me dijeron con sorna: «Adiós, Quino: que no faltes el sábado de Entralgo».

De pronto se oyó del lado de allá del río en el camino de la Pola el estampido de un cohete. Un estremecimiento de júbilo cruzó por las casas del lugar. Los niños saltaron de sus asientos sin querer terminar la cena: los grandes salieron también á la puerta con el bocado en los dientes. No tardó en percibirse el dulce, lejano son de la gaita. ¡Ya están pasando la barca! gritaban los chiquillos.

Los demás paisanos en tanto quisieron sujetar á Plutón y llevarlo á la presencia del juez en la Pola; pero navaja en mano y ayudado de su compañero Joyana logró tenerlos á raya y evadirse. Sin embargo, no faltó quien diese parte á la autoridad y á la media noche se presentó la guardia civil en Canzana y prendió al criminal en su alojamiento. No estuvo más de dos meses en la cárcel.

Demetria se puso colorada. Es más viejo que D. Antero prosiguió Flora y es más rico también... y más llano... y más campechano y amigo de los pobres... ¿Es de Laviana? , de Laviana. ¿Es de la Pola? ¡Anda! Si te digo eso ya lo tienes acertado... Pero, en fin, te lo diré, pues de otro modo llevas traza de no acertarlo en la vida... No, no es de la Pola. Demetria volvió á quedar pensativa.

No sueltes, por Dios, tales ideas delante de esos señores de la Pola que capitanea tu sobrino Antero, porque no concluirán de reirse de ti. ¿Qué valen nuestros tupidos castañares, ni tus rebaños lucidos, ni este aire puro de la montaña, ni esta luz radiosa que el cielo nos envía delante de esas altas chimeneas que tiñen de negro sin cesar la tierra y el firmamento?... Los tertulios sonrieron.